Άρθρο του Ηλία Ταμπουράκη στο έντυπο της Λατινοαμερικανικής κοινότητας
Sol Latino, 2003
Sol Latino, 2003
Cumbres sagradas
En las alturas del hemisferio sur, los viajeros, realizamos que algunos de nuestros sentidos no están "prontos a catar", como diría El Cid, mientras adquirimos otros, más intensos, que nos convierten en caminantes en la trayectoria de la mentalidad cultural de los pueblos.
De madrugada, el volumen denso de los Andes se mezcla con el horizonte oscuro, de manera que no se puede distinguir cuáles de los infinitos puntos brillantes son estrellas, y cuáles son luces de los miles de tugurios disparcidos por la Cordillera que rodea -como escenario teatral- la cuenca de "Chukuayo Marka" (La Paz), la capital de "Qh΄ollasuyu" (Bolivia).
El alba teje su "rosada cintita" sobre el Ιnti Illimañi -la cumbre sacra del Sol. Es esta misma cinta que las cholas tejen en sus polleras.
En un camión de madera (¡!) -reminiscencia de la década de los ´60, me encuentro ya en una elevación acantilada -raro espectáculo en esta alta planicie, con todos los matices del ocre. Al fondo del horizonte, una mancha azul-cobalto empieza a distinguirse: ¡Es el Lago Titicaca! El lugar donde el Sol creó al fundador mítico del Imperio incaico. Hoy, la isla que lleva su nombre guarda como gigante dormido este sitio cosmogónico.
Aquí en el Altiplano de los 4.000 metros, el corazón pétreo de Bolivia, el paisaje es ascético, infrahumano, y -como dice Azorín: "…se siente que una inmensa sensación de soledad y de abandono nos va sobrecogiendo; …algo que parece como una condensación, como una síntesis de toda la tristeza..."
Deshecho por el "sorojche" de la altitud, que impone dificultad de respirar por la escasez del oxígeno en la atmósfera, lentitud y somnolencia, me encuentro en medio de la inmensidad de este semi-desierto montañoso, y con pasos que dan la sensación de astronauta, estoy tratando de caminar sobre la correa de transmisión del horizonte, por cuyos lados aparecen -uno tras otro- Templetes Semisubterráneos y Estelas Monolíticas, Puertas del Sol Antiguo y Pirámides de gradas y Murallas largas, todo colocado en perspectiva absoluta. Es un mundo repleto de colores pastel y esquemas geométricos, arcaicos y vanguardistas al mismo tiempo, que solitarios pero todavía de pie, buscan en la Historia su propio Salvador Dalí.
Más allá, el Cerro plateado de Potosí se ha consagrado entre las Santas entidades del Panteón andino por virtud del martirio que han sufrido los mineros ofreciendo ahí su "sonqo" (corazón) y su "mita", la labor forzada de lágrimas, sangre y sudor. Lágrimas, cuyo eco se percibe todavía en los "huayños": "Soy el rico Potosí, del mundo soy el tesoro. Soy el rey de los montes, envidia soy de los reyes."
Paisajes primordiales de lagunas coloradas o de color azul eléctrico y verde-quetzal brillante, amarillas y blancas-escarcha dejan pasmados a los peregrinos de los Andes, los descubridores que seguimos los pasos de Loren Mc Intyre por estas desiérticas inmensidades.
"Apu Rimac", el "Alto Hablador". Así se llama la fuente del río que tras incontables kilómetros por debajo de puentes-hamacas "chaca", une sus aguas generadoras con la leyenda más prometida de la selva, la del gran Amazonas, surgiendo del Nevado Mismi, a los 5.597 m. de altitud.
Qosqo (Cuzco) -el oráculo del mundo-, y capital del Tawantinsuyu -el Imperio incaico de los 4 puntos cardinales- es para el viajero un punto de partida del tren que encuentra colgada por las nubes, la ciudadela del "Pico Viejo", mejor conocida como: Machu Picchu. Perdida entre las tinieblas de la conquista española, hasta en 1911, cuando el americano Hiram Bingham le apartó el velo verde de la vegetación tropical que surge de la quebrada del Urubamba, la cual se forma con Huayna Picchu, el "Pico Joven", la hermana gemela de Machu Picchu.
La sensación agonizante de la candela derretida en las manos de las penitentes indias en la villa Huanca, cerca del Cuzco, las transubstancia en un viaje extático por el mundo espiritual del sincretismo pagano-católico. La Iglesia trata de eliminar esos vestigios, pero en vano, ya que la mentalidad indígena se ha aprobado férrea.
En el mercado de Huancayo, a los 5.000 m., el lugar habitado más elevado de las Américas, donde me subió mi bus penando, vendedoras de hierbas curan la fiebre del cuerpo y del alma, amarran a las brujas y arreglan la impotencia masculina. A su lado, las llamas: vicuñas, alpacas y guanacos.
"Gloria a Dios, en las Alturas…". Así comienza la Misa Criolla. Apu, alto, Andes, Sol, son todas palabras que sugieren dirigir la mirada hacia arriba, en el sentido del griego clásico del "Άνθρωπος = άνω + θωρώ", hasta encontrar la cumbre de Huanca Villca, la "Lágrima Sagrada" de los Incas, que por el sincretismo religioso transfiguró su nombre en: Verónica. La reliquia que insisto utilizar como bus, me lleva ya por crestas temerosas. El Cerro Llullaillaco de Chile, sirve de cuna congelada para la "siesta" secular de "La Elegida", una niña quechua, que era algo más que una simple víctima de sacrificio humano: tenía el alto cargo de la misión diplomática entre el imperio inca y el reino divino. Las deidades montañeras eran a la vez Señores del Tiempo, de la Vida y de la Muerte, que en este caso se produjo por la consumisión de coca y chicha, por el sorojche de los 6.700 metros de altitud, y por el frío polar de la cresta deificada.
Volando como "mallku kúntur", el cóndor -sagrado conductor de la cultura por encima de Aconcagua, la cumbre argentina más alta del hemisferio occidental (6.959 m.), se alza la mente al mundo espiritual.
En México, ahora, el país de las dos madres: La Sierra Madre Occidental, y la Sierra Madre Oriental! ¡Mira! Unas inditas tarahumara -carrusel de colores su ropaje- están caminando por la modernísima Panamericana, rumbo al Cañón del Cobre. En estas lejanías, los chamanes indígenas todavía ofrecen sacrificios carnales, mientras que en Monterrey, la metrópolis comercial subida en los altillos de la "madre occidental", el Todopoderoso se llama Don Dinero.
Por las subidas de Xalapa, yendo hacia el Altiplano, perdieron su vida muchos conquistadores que se atrevieron a profanar Tenochtitlan, la sacra capital azteca, a los 2.240 m. de altitud, rodeada por las cumbres deificadas de Popocatépetl, el "monte que humea", a los 5.452 m., e Iztaccíhuatl, "la mujer blanca". La imagen voluminosa de esos montes se representa por los "teocalli", los hogares de los dioses de arquitectura piramidal.
"La Montaña es el Dios Mayor del Ancestro", dijo Fernando Díez de Medina. La Sierra de Cuchumatán (3.800 m.), el "lugar húmedo y oscuro de abajo, o sea el infierno de Xibalbá", o el lago Atitlán, hermano divino del Titicaca, han sido los Progenitores de las culturas del Mayaetik", como la k´iché y la kaqchiquel. Más arriba de los 2.000 metros de altitud, altares dedicados a Maximón, el dios híbrido, ciudades barrocas y mercados multicolores, como Chichicastenango, K´umarcaaj y Nebaj, te cortan la respiración con su escenario natural, que está fuera del alcance de la mano humana.
Los seres de las cumbres, ensimismados en su altitud, se han liberado de la vana altivez, para poder así mirar a "los de abajo" con cierto consentimiento. "El alma de estos montes se hace hombre y piensa…", dijo Franz Tamayo.
De madrugada, el volumen denso de los Andes se mezcla con el horizonte oscuro, de manera que no se puede distinguir cuáles de los infinitos puntos brillantes son estrellas, y cuáles son luces de los miles de tugurios disparcidos por la Cordillera que rodea -como escenario teatral- la cuenca de "Chukuayo Marka" (La Paz), la capital de "Qh΄ollasuyu" (Bolivia).
El alba teje su "rosada cintita" sobre el Ιnti Illimañi -la cumbre sacra del Sol. Es esta misma cinta que las cholas tejen en sus polleras.
En un camión de madera (¡!) -reminiscencia de la década de los ´60, me encuentro ya en una elevación acantilada -raro espectáculo en esta alta planicie, con todos los matices del ocre. Al fondo del horizonte, una mancha azul-cobalto empieza a distinguirse: ¡Es el Lago Titicaca! El lugar donde el Sol creó al fundador mítico del Imperio incaico. Hoy, la isla que lleva su nombre guarda como gigante dormido este sitio cosmogónico.
Aquí en el Altiplano de los 4.000 metros, el corazón pétreo de Bolivia, el paisaje es ascético, infrahumano, y -como dice Azorín: "…se siente que una inmensa sensación de soledad y de abandono nos va sobrecogiendo; …algo que parece como una condensación, como una síntesis de toda la tristeza..."
Deshecho por el "sorojche" de la altitud, que impone dificultad de respirar por la escasez del oxígeno en la atmósfera, lentitud y somnolencia, me encuentro en medio de la inmensidad de este semi-desierto montañoso, y con pasos que dan la sensación de astronauta, estoy tratando de caminar sobre la correa de transmisión del horizonte, por cuyos lados aparecen -uno tras otro- Templetes Semisubterráneos y Estelas Monolíticas, Puertas del Sol Antiguo y Pirámides de gradas y Murallas largas, todo colocado en perspectiva absoluta. Es un mundo repleto de colores pastel y esquemas geométricos, arcaicos y vanguardistas al mismo tiempo, que solitarios pero todavía de pie, buscan en la Historia su propio Salvador Dalí.
Más allá, el Cerro plateado de Potosí se ha consagrado entre las Santas entidades del Panteón andino por virtud del martirio que han sufrido los mineros ofreciendo ahí su "sonqo" (corazón) y su "mita", la labor forzada de lágrimas, sangre y sudor. Lágrimas, cuyo eco se percibe todavía en los "huayños": "Soy el rico Potosí, del mundo soy el tesoro. Soy el rey de los montes, envidia soy de los reyes."
Paisajes primordiales de lagunas coloradas o de color azul eléctrico y verde-quetzal brillante, amarillas y blancas-escarcha dejan pasmados a los peregrinos de los Andes, los descubridores que seguimos los pasos de Loren Mc Intyre por estas desiérticas inmensidades.
"Apu Rimac", el "Alto Hablador". Así se llama la fuente del río que tras incontables kilómetros por debajo de puentes-hamacas "chaca", une sus aguas generadoras con la leyenda más prometida de la selva, la del gran Amazonas, surgiendo del Nevado Mismi, a los 5.597 m. de altitud.
Qosqo (Cuzco) -el oráculo del mundo-, y capital del Tawantinsuyu -el Imperio incaico de los 4 puntos cardinales- es para el viajero un punto de partida del tren que encuentra colgada por las nubes, la ciudadela del "Pico Viejo", mejor conocida como: Machu Picchu. Perdida entre las tinieblas de la conquista española, hasta en 1911, cuando el americano Hiram Bingham le apartó el velo verde de la vegetación tropical que surge de la quebrada del Urubamba, la cual se forma con Huayna Picchu, el "Pico Joven", la hermana gemela de Machu Picchu.
La sensación agonizante de la candela derretida en las manos de las penitentes indias en la villa Huanca, cerca del Cuzco, las transubstancia en un viaje extático por el mundo espiritual del sincretismo pagano-católico. La Iglesia trata de eliminar esos vestigios, pero en vano, ya que la mentalidad indígena se ha aprobado férrea.
En el mercado de Huancayo, a los 5.000 m., el lugar habitado más elevado de las Américas, donde me subió mi bus penando, vendedoras de hierbas curan la fiebre del cuerpo y del alma, amarran a las brujas y arreglan la impotencia masculina. A su lado, las llamas: vicuñas, alpacas y guanacos.
"Gloria a Dios, en las Alturas…". Así comienza la Misa Criolla. Apu, alto, Andes, Sol, son todas palabras que sugieren dirigir la mirada hacia arriba, en el sentido del griego clásico del "Άνθρωπος = άνω + θωρώ", hasta encontrar la cumbre de Huanca Villca, la "Lágrima Sagrada" de los Incas, que por el sincretismo religioso transfiguró su nombre en: Verónica. La reliquia que insisto utilizar como bus, me lleva ya por crestas temerosas. El Cerro Llullaillaco de Chile, sirve de cuna congelada para la "siesta" secular de "La Elegida", una niña quechua, que era algo más que una simple víctima de sacrificio humano: tenía el alto cargo de la misión diplomática entre el imperio inca y el reino divino. Las deidades montañeras eran a la vez Señores del Tiempo, de la Vida y de la Muerte, que en este caso se produjo por la consumisión de coca y chicha, por el sorojche de los 6.700 metros de altitud, y por el frío polar de la cresta deificada.
Volando como "mallku kúntur", el cóndor -sagrado conductor de la cultura por encima de Aconcagua, la cumbre argentina más alta del hemisferio occidental (6.959 m.), se alza la mente al mundo espiritual.
En México, ahora, el país de las dos madres: La Sierra Madre Occidental, y la Sierra Madre Oriental! ¡Mira! Unas inditas tarahumara -carrusel de colores su ropaje- están caminando por la modernísima Panamericana, rumbo al Cañón del Cobre. En estas lejanías, los chamanes indígenas todavía ofrecen sacrificios carnales, mientras que en Monterrey, la metrópolis comercial subida en los altillos de la "madre occidental", el Todopoderoso se llama Don Dinero.
Por las subidas de Xalapa, yendo hacia el Altiplano, perdieron su vida muchos conquistadores que se atrevieron a profanar Tenochtitlan, la sacra capital azteca, a los 2.240 m. de altitud, rodeada por las cumbres deificadas de Popocatépetl, el "monte que humea", a los 5.452 m., e Iztaccíhuatl, "la mujer blanca". La imagen voluminosa de esos montes se representa por los "teocalli", los hogares de los dioses de arquitectura piramidal.
"La Montaña es el Dios Mayor del Ancestro", dijo Fernando Díez de Medina. La Sierra de Cuchumatán (3.800 m.), el "lugar húmedo y oscuro de abajo, o sea el infierno de Xibalbá", o el lago Atitlán, hermano divino del Titicaca, han sido los Progenitores de las culturas del Mayaetik", como la k´iché y la kaqchiquel. Más arriba de los 2.000 metros de altitud, altares dedicados a Maximón, el dios híbrido, ciudades barrocas y mercados multicolores, como Chichicastenango, K´umarcaaj y Nebaj, te cortan la respiración con su escenario natural, que está fuera del alcance de la mano humana.
Los seres de las cumbres, ensimismados en su altitud, se han liberado de la vana altivez, para poder así mirar a "los de abajo" con cierto consentimiento. "El alma de estos montes se hace hombre y piensa…", dijo Franz Tamayo.