Érase una vez...
1. La mona y el Rey
1. LA MONA Y EL REY
DIARIO
EL NUEVO DÍA
12 DE OCTUBRE DE 1920
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SU MAJESTAD,
EL REY ALEJANDRO I DE GRECIA,
FALLECIÓ AYER MORDIDO POR UN MONO.
EL GABINETE MINISTERIAL,
Tatoi-Atenas, 11 de octubre.
MENSAJE OFICIAL:
Al pueblo griego:
El Consejo Ministerial anuncia con profundo pesar la defunción de su Majestad, el Rey Alejandro, sucedida hoy, a las 4 horas y 10 minutos de la tarde. La pena es mayor por la temprana edad de nuestro benévolo rey fallecido y por el hecho de que no cumplió los años de su reinado para el que había sido apropiadamente preparado.
Según el atestado médico, su Majestad falleció tras un breve momento de agonía, durante el cual sufrió espasmos faciales.
Es menester que se designe pronto al virrey que le sustituirá.
GRAN ALIVIO EN LA PRESIDENCIA
Los progresos en la aplicación de vacunas veterinarias para la rabia facilitan los movimientos políticos del Primer Ministro Eleftherios Venizelos.
1
Palacio de Tatoi, en las afueras de Atenas, 1915: Alejandro, un príncipe de veintidós años de edad, un joven acusado como hereje, soñador y revolucionario de su época, acaba de llegar a la edad viril teniendo en frente dos obstáculos por superar: su amor prohibido por Aspasía Manu, su querida “Bika” –una guapísima ateniense pero de descendencia popular-, y la bipartición política del pueblo griego entre los que apoyan al rey Constantino I –su propio padre[1]- y sus enemigos, que defienden la política del Primer Ministro Eleftherios Venizelos. Siendo el segundo hijo de la familia real, ni siquiera se imagina que él va a heredar el trono de la Casa alemana de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glüksburg en Grecia. Eso se lo ha dejado a su hermano primogénito. Igual ha dejado aparte sus estudios en la Escuela Militar de Atenas. Pues, él tiene sus propias ideas, que sus tutores y su padre no pueden ni siquiera concebir: ¡Magna Grecia debe revivir!
Como todo estudiante mediocre (de ideas más adelantadas que su época), él también se escapa de la escuela, para encontrarse –a escondidas, ¡claro!- con su novia entre los árboles seculares y subtropicales del Jardín Real, en el centro histórico de la capital griega.
Ella, hija de un oficial de la Policía Real, recibe todo lo que sus padres consideran fino y apropiado para superar -ellos junto a ella- su estamento social por medio de un futuro conyugal: va al conservatorio, donde toca el piano –un repertorio amplio, desde las composiciones clásicas de Chopín, hasta las canciones del apachismo ateniense[2] -que las practica en casa, con las ventanas de madera cerradas-, y aprende con clases particulares –gran lujo para su época- a expresar en francés los debidos respetos en los salones de la alta sociedad:
-Madame, monsieur, j´espère avoir bientôt le plaisir de vous voir...[3]
Un idioma elegante y una música sofisticada, para expresar una vida de intensos sentimientos amorosos. Intensos por su descendencia humilde.
Al atardecer, Alejandro y Aspasía se encuentran en el jardín, bajo las miradas discretas de la Guardia Real. Él ha escuchado de sus compañeros en la escuela –unos hombres bruscos, preparados para la guerra-, que en una relación erótica, el hombre es como el caballo macho, que tiene que hacer el primer paso. Pero Alejandro es un jovencito tímido; no se lo permite su educación regia. -“Niño chineado”, le llaman sus amigos, chismeando y riéndose detrás de su espalda. Ella, ardiente por su deseo, olvida los “plaisir” franceses y las “Fantasías Impromptu”[4] de Chopín, y le seduce con su cuerpo de Venus[5] y su cara de Madonna de Botticelli[6]. Junto al tronco antiguo de un cupressus semprevirens –un ciprés[7] mediterráneo-, Alejandro oscila entre la libido y el deber a su oficio real:
-Pienso si es honrado lo que estamos les haciendo... Tú a la patria y yo a la familia real.
Y su Bika trata de consolar al príncipe de sus sueños con sus modales medioclaseros:
-No es fácil soltar uno al que tanto ama...
Mas inmediatamente le sobrecoge el pavor de la duda:
-Pero hay tanta maldad en el mundo...
Él necesita estar seguro de sus pasos.
-¿Estás lista para enfrentar todo lo que nos espera?
Y ella, indiferente a toda exclusión que conllevaría ese matrimonio morganático[8], le cierra su boca con sus labios, susurrándole:
-Hasta la muerte...
Su matrimonio fue un escándalo con increíbles repercusiones e intrigas. Hasta después de su coronación, Alejandro I decidió cumplir con su promesa, oponiéndose a su padre, el rey Constantino I y a toda su familia- y también al futuro Primer Ministro –Eleftherios Venizelos[9]-, quien le preparaba un matrimonio arreglado con la Princesa de Gran Bretaña. Pero la opinión del pueblo griego era diferente, pues Alejandro fue el primer rey que tuvo el valor de casarse con una ciudadana griega, aunque no fuera de descendencia noble. A pesar de eso, apenas se abrieron las esclusas del gran canal en Panamá, uniendo así dos mundos, y empezó la Primera Guerra Mundial, en 1914, Grecia emprendió –un año más tarde- su afición preferida: el fanatismo de la bipartición esquizofrénica; en otras palabras, la pelea y la matanza entre hermanos... El rey Constantino y sus seguidores (léase lameculos), apoyaban a sus compatriotas, los alemanes, mientras que los partidarios de Venizelos esperaban recibir la ayuda de la llamada Triple Entente[10], o sea, de los ingleses, los franceses y los rusos. El Primer Ministro estaba convencido de que Grecia tenía el deber de participar en la guerra junto a los aliados occidentales, dándole el soplo a Alemania y Austria-Hungría. Alejandro era un defensor ferviente de la Gran Idea: Grecia debía recobrar sus tierras ocupadas por la Sublime Puerta[11] desde hace ya cuatrocientos años oscuros. Sin embargo, la Entente no miraba con buenos ojos a Alejandro, el heredero del trono, y eso, por su descendencia alemana; no les importaban sus ideas revolucionarias. Para ellos, el joven príncipe era una pieza de ajedrez, que tenían que quitar del tablero de la política europea.
-“Pan, olivas y al rey Constantino”, reivindicaban unos;
-“Venizelos, el Gran Padre de la Nación”, gritaban los otros.
En las tabernas subterráneas de Atenas y costeras de Esmirna –los rincones de los marginados de la vida-, el vino color ámbar por aquí y el humo azuleado del narguile[12] por allá, en el Oriente, hacen que las notas musicales del buzuki[13] fluyan y vuelen, por el cielo y el mar:
“Algún día lo escribirá la historia, / que él espantó a las fieras, / a los reyes y a los diputados, / a los mentirosos y a los impostores. / Y allá, en Atenas, / reunión masiva; / Venizelos está luchando / para llevarlo todo a cabo, / y como cada patriota / nos traerá la igualdad. / La Virgen María / que acude a nuestro lado, / enseña el camino / a nuestro general nuevo, / al héroe de la Defensa Nacional, / que lucha para vencer / a los enemigos. / Los chicos de la Defensa / han echado al rey / y le abrieron velas / pa´ que vaya a sus tierras, / a comer a dos colmillos, / junto a sus amiguillos / extranjeros. / ¡El sombrero de la Defensa / ha traído a Venizelos!”
(Dentro de poco, el Arzobispo de Atenas convocará a los ciudadanos-ovejas en el Parque Central de la ciudad, que lleva el nombre del dios antiguo de la guerra[14], para echarle a Venizelos –gracias a… Dios, tan solo simbólicamente- las piedras negras del anatema, una excomulgación, por la cual el heredero del trono sacro de la ortodoxia[15] pedirá perdón el primer año del segundo milenio…)
En fin y en 1917, la Entente obliga al rey Constantino a abandonar Grecia, y él lo hace abdicando su puesto en su hijo Alejandro, hasta su retorno, después de la Primera Guerra Mundial. En eso metió también su manita Venizelos, quien adoraba al príncipe Alejandro, por sus ideas novedosas. La guerra terminó con los tratados de Neuilly[16] y de Sèvres[17], que permitían a Grecia anexionar las regiones de Macedonia[18], Tracia[19] y Esmirna[20]. Así que el mar Egeo unió sus pedazos después de tantos siglos. Pero eso no convenía a nadie; ni a los enemigos, ni siquiera a los aliados... Además, ellos vendían armas al líder turco Kemal Atatürk[21], quien dentro de dos años incendiará Esmirna. (Por el momento está ocupado con la invasión en el Mar Negro y el genocidio de los armenios...)
30 de septiembre de 1920, temprano por la mañana. El rey Alejandro I de Glücksburg está dando su paseo diario por el Jardín Real, antes de ocuparse con sus deberes políticos. Feliz, por haber logrado el matrimonio con su querida Aspasía Manu, se siente la plenitud de un héroe que había llevado al ejército griego hacia la victoria y la liberación de Macedonia de los turcos y los búlgaros, y sueña ansiosamente con tener en sus brazos al fruto de su amor: Bika está embarazada. Ese niño, claro, no tendrá derecho a la herencia del trono –por ser un hijo de un matrimonio morganático-, pero a Alejandro eso no le importa. La felicidad de las cosas simples de la vida (algo que le ha enseñado Bika –la popular-) le dan mayor felicidad. Anda paseando con Fritz, un pastor alemán, -el perro alsaciano que le habían obsequiado los soldados ingleses por su contribución al frente balcánico. Pero Fritz es rebelde; como su dueño. El otro día, había quebrado el gran espejo del dormitorio real.
–“¡Dios nos guarde!”, chilló su esposa “eso nos traerá siete años de mala suerte…”
Inmediatamente se mordió el labio, pensando asustada que algún cortesano podría haber escuchado a escondidas esa expresión suya de populismo. Pero, olvidando el protocolo regio, roció con una ramita verde de albahaca las rajas del espejo con su agua bendita (que clandestinamente le pasaba su madre en una botellita de vidrio forrada con mimbre, y ella la guardaba en su fina mesita de noche), rezando por dentro de sus bellos dientes blancos y brillantes:
“Dios Todopoderoso, danos en este hogar salud, victoria, castidad, bondad y la plenitud del poder. Hágase esta bendición permanente aquí, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.”
[Una oración por excelencia imperial.] Las gotas en descenso del agua bendita sobre la plata del espejo –como lupas- hacen que la figura de Bika aparente ridícula: chaparra y con cabeza de calabaza…
–“Algo tenemos que hacer por eso”, piensa Alejandro acariciándole la cabeza, mientras que el perro feroz trata de morderle la mano.
En ese momento, una monita graciosa suelta su cola y se deja caer desde su árbol al frente de los dientes afilados de Fritz. El perro, sin perder tiempo, agarra a la mona y la sacude moviendo nerviosamente su fuerte nuca. Chillidos antropoides espantan a los pájaros tropicales del jardín, que se van volando por encima de las copas de los Phoenix canariensis y de las demás palmas filiferas y los otros árboles exóticos que con tanto esmero había reunido el primer rey de todos los rincones del mundo.
¡Pánico!
Alejandro trata de despegar a la mona de los colmillos babosos de Fritz, pero al momento siente un ardor en su pierna izquierda. Un mono macho, al ver que su pareja estaba en peligro, había saltado desde su rama para atacar al rey y a su perro. Alejandro cae temblando por el dolor, pero el mono sigue colgando con sus mandíbulas de la pierna del rey. Inmediatamente, Sturm –el supervisor alemán del Jardín Real- sale disparado de su casita de madera, golpea con su látigo al perro y con sus fuertes brazos agarra al mono por la nuca para liberar la pierna del joven rey. Lleva a Alejandro a su “chalé” –así se llama la casita de madera del jardinero- y le ofrece los primeros auxilios. La herida falciforme de la dentadura del simio está sangrando, y el rey pide que lo lleven al palacio muy discretamente, para que este caso humillante no llegue a las bocas de sus enemigos ávidos de burlas. Este acontecimiento –trágico para el rey- se convertiría en un sketch cómico en las revistas y los teatros. ¡Dios nos libre!
En el palacio, la reina Aspasía –avisada por los guardas- está lista para dar su espectáculo popular: vestida de… enfermera –bata blanca y toquita de papel con la cruz roja-, está esperando en la cabecera con una jeringa vacía en la mano. El doctor -agradece la valiosa contribución de su Majestad- y empieza a limpiar los tendones masticados con alcohol y gasolina –el antiséptico de una Era sin antibióticos. Después envuelve con vendas la pierna abierta de Alejandro –una pulpa de sangre morada.
En el Jardín real, los dos monos son capturados y ejecutados con eutanasia. Fritz, el perro alemán, está encadenado, y Sturm se ve obligado a colgarse de rama en rama para enjaular a los demás simios. Las guacamayas, las loras y las lapas, los periquitos y los demás pájaros exóticos regresan a sus nidos y junto a ellos, vuelve al jardín el orden alemán y la paz.
De noche, el rey Alejandro se despierta por unos dolores increíbles; de la herida surge pus espesa y amarillenta; la fiebre sube a los 41° grados y eso ocurre seguidamente durante las próximas tres noches. El Primer Ministro Venizelos, convoca un consejo médico para salvar la vida de su rey predilecto. Los doctores descubren que el microbio del estreptococo ha invadido las glándulas linfáticas[22] del rey y deciden ensanchar la herida de su pierna mordida. Esas operaciones se han convertido en las peores pesadillas de Alejandro; y él, se hunde en unos sueños profundos:
«Kostas Garefis lucha por la liberación de Macedonia. Es esa misma persona que el pueblo macedónico canta y cuenta en sus leyendas. Sus hazañas durarán por nueve años. Kostas, un jovencito de apenas veintitrés años, decidió alistarse en las tropas revolucionarias en contra de la Sublime Puerta.
Toda la noche, él y sus ciento cincuenta guerrilleros griegos estuvieron colgando de mecates y sosteniéndose con las manos y las uñas por los enormes pilares pétreos del puente ferroviario de Aguista. Sigilosamente le colocaban dinamita para hacerlo volar la próxima mañana, cuando los turcos iban a pasar con sus municiones hacia el Oriente. Era un empeño peligrosísimo. Antes del amanecer, y habiendo llevado a cabo ya su hazaña, Kostas empezó a contar a sus ciento cincuenta soldados, para ver si todos estaban sanos y salvos. Los llamaba uno por uno, por sus nombres:
-¡Dimitris, Apostolis, Katsudas!,
o por sus sobrenombres:
-¡“El duro”, “el gallo”!...
Faltaba uno.
-El pobre del “zorro”. Seguramente se habría caído en los raudales del río.
Decidieron hacerle una misa funeraria –Pappás, uno de los soldados era monje- pero no les dio tiempo. De repente, decenas, centenas, miles de soldados turcos, como una plaga de saltamontes, con espadas y fusiles esparcieron por los aires corazones y pies y por la tierra manos y cabezas. Sólo nueve griegos se salvaron, y entre ellos Kostas. El zorro no estaba muerto. Por su traición es que fueron asesinados ciento cuarenta y un héroes. A lo mejor, murieron ciento cuarenta héroes. El zorro no se puede contar entre los fallecidos; ni entre los héroes. Se considera desaparecido; despreciado. Era un traidor. Un traidor suertudo, ya que los turcos no le cortaron la cabeza de primero. Eso ocurre siempre con los traicioneros. Pero esta vez no. La sed de Kostas por vengarse, le estaba secando el corazón. Tras muchas aventuras logró regresar a su pueblo.
Fue tan valiente Kostas, que el mismo rey Constantino I, le otorgó una medalla. A pesar de ello, su corazón se envenenó por sus litigios con la ley, que según su opinión, representaba el estado vencido.
-“Nadie quiso admitir hasta ahora que cada ser humano es un caso individual e independiente que reivindica sus derechos”, se decía a sí mismo. Se sentía tan acongojado que ya estaba inquieto, cuando decidió desterrarse en el país del Nilo. Fue en búsqueda nostálgica de lo inconcebible. Un viaje por su propia mente. Por su alma. No le interesaba tanto su progreso económico. Eso lo dejó para la próxima generación de los griegos en Alejandría[23]; la de la tía-abuela Ismini, que dentro de poco va a crear un mundo de ensueño oriental en África... Y, perseguido por su obligación, Kostas se embarcó en el primer buque que iba al Pireo[24], y de ahí, fue directamente a su Macedonia querida... Fue dura su lucha en contra de los búlgaros “komitatzís” -quienes trataban de es(c)lavizar la región. Un chovinismo para cretinos. Como todos los chovinismos...
Los búlgaros, pues, aparecen en la historia europea el siglo II d.C., cuando vienen de Asia central y se instalan en Rusia. Son todavía mongoles, y por eso, primos hermanos de los turcos, pero poco a poco se eslavizan encaminándose hacia el imperio bizantino, adonde llegan en el siglo VI, hablando ya un idioma muy parecido al ruso. Así, de ser parientes de los turcos pasan a ser parientes de los rusos... Un típico caso de diferenciación étnica mediante la cultura. Y a pesar de eso, ellos creen tener sangre pura (como los griegos también). Otro cretinismo nacional... A pesar de ser ellos ortodoxos, como los griegos, prefieren seguir la vía del cuchillo y no la de la palabra divina. Seguramente la primera es más convencedora.
Fue un verano caluroso. Salónica[25], la ciudad cosmopolita de Macedonia, tierra natal del revolucionario turco Mustafa Kemal Atatürk, que más tarde perseguirá a cuchillo y fuego a los griegos del Asia Menor, se estaba estremeciendo por las bombas que estallaban por todo lado. Lambros Koromilás, el Cónsul griego en la Macedonia turca, -quien organizaba discretamente el frente que vencería a Luca Ivanof, el caudillo del comité búlgaro para la eslavización de los Balcanes[26] nombró a Kostas Garefis líder de las tropas griegas.
En la capilla encalada de su pueblo, Kostas y sus veintidós compañeros hacen con sus cuchillos una herida en la mano derecha. La sangre corre, caliente, desde las profundidades de su alma. En la hoja plateada y brillante del cuchillo, se miran en los ojos y suspiran. Unen sus manos y dejan que su sangre les nombre hermanos. Fuera del portón de la capilla, Asimó, la madre de Kostas le entrega su fusil y –como una espartana[27]- le deja su deseo y maldición:
-Devuélveme eso con gloria, o que la tierra te deshaga junto a él.
5 de agosto de 1906.
Los “komitatzís”, reunidos en las chozas de los nómadas “sarakatsanos”, redondas y puntiagudas, hechas de paja, los caminantes sin tierra, ya están borrachos. Las balas de Kostas encuentran el corazón de Luca Ivanof, pero él cae también herido por el rifle de un compañero suyo que se equivocó (¿?)...»
Ya es tarde. Macedonia ya es griega, pero siempre reivindicada. Por todos. Y ¿qué ha hecho Grecia por eso? Hibernar, dejando que por diez decenios Yugoslavia llame su provincia del Sur “MACEDONIA” y que circule el diario de “Nova Makedóniya”, y utilice el sol alejandrino[28] en la bandera de la nueva República de FYROM... El querer imponer un nombre de tu gusto a unos individuos o una nación entera, eso, es la ley del chulo –como dicen los españoles.
Tres noches han pasado y el cuarto día, el doctor anuncia a su Majestad la... enfermera Aspasía, que es menester amputar la pierna de su Alteza, el rey Alejandro, le reitero, Señora, la expresión de mi más alta consideración..., pero es un asunto de vida y muerte. Mientras tanto, Venizelos, el Primer Ministro y mecenas ideológico del joven rey, invita al doctor Vidal, quien acude desde París en un buque de la flota guerrera de Grecia y se atreve a vacunar al paciente con su propia pus. Saliendo del dormitorio real, mueve su cabeza en señal de desesperanza, y prevé pocos días de vida para el inquilino alemán del trono griego.
La noche del 11 de octubre de 1920, Alejandro cae en coma. Pocos minutos antes de ese incidente final, presenta una mejora esperanzadora, pero sus médicos no se dejan engañar. Con lo poco de fuerza que le queda, extiende sus manos, agarra a su Bika por los encajes de su vestido y se mete en sus brazos como un niño asustado. En un delirio de palabras recortadas y enredadas, le pide que vayan juntos a pasear en su coche, y llama a su chofer. Sus últimas palabras fueron las que su querida Aspasía le había dicho aquella tarde en el Jardín Real:
-No es fácil soltar uno al que tanto ama... Hasta la muerte...
Al soltar sus manos, su Bika dio el mayor recital de su populismo:
-¡Ay! En qué mundo tan lleno de maldad me dejas, mi amor, Alejooo...
Dicen que el chofer suicidó por la pena de esa muerte... No fue permitido que los padres exiliados del rey Alejandro I fueran a su entierro. Sólo a su abuela, Olga, le dieron -a duras penas- el permiso para estar con él durante sus últimos momentos de agonía, pero hasta el propio clima del Mediterráneo oriental se le opuso. Una tremenda tormenta torturó su largo viaje marítimo, así que solamente pudo interpretar su populismo teatral por encima de su nieto embalsamado:
-¡Qué bello que es mi Alejandro!... ¡Que en paz descanse mi chiquito en el Paraíso! ¡Qué bueno fue mi nieto!
Pobre es el vocabulario de los reyes en tierras ajenas…
Cinco meses después nació su hija, una princesa, bautizada Alejandra, para conmemorar a su padre. Venizelos, el Primer Ministro, está furioso.
-¿Cómo se atreven a publicar en el “Nuevo Día” que yo mandé vacunar a los monos con rabia para que le mordieran? Yo a Alejandro lo consideraba como mi hijo. Pues, a mí algo no me gustó de ese doctor de Francia. Estoy seguro de que aquí hay gato encerrado, “algún hueco tendrá la lenteja” –como dice el sabio pueblo griego- algo podrido... Los ingleses son astutos; unos zorros. Y con tal de lograr sus fines, son capaces de pagar a cualquiera.
Unos años más tarde, Winston Churchill[29], comentando la destrucción del Asia Menor por los turcos, dirá con su imperturbabilidad británica:
“It was a monkey bite that caused the death of those 250.000 people. It is a monkey bite that changes the course of Greek history. - Doscientas cincuenta mil personas murieron por una mordedura de un mono. Por un mordisco de un animal cambió la trayectoria de la historia griega…”
Desde principios ya del siglo XVIII, los científicos conocían que es posible que un sistema determinista se comporte de una manera aparentemente azarosa. Pero también sabían que esa manera no es realmente manejada por la pura suerte. Suponían que eso parece como tal, por que prácticamente hay una falta de datos que aparenta casual. Además, admitían que esa “casualidad embustera” ocurre tan sólo en sistemas complejos, con una gran gama de variantes y componentes –como es la historia universal- que siempre se mantendrán fuera del alcance de la mente humana. En el siglo XX, se sabe ya que el azar tiene sus propias normas. Ahora, el orden no es un sinónimo de la regla, y el desorden no significa la falta de la ley. Los realistas tienden a contemplar la historia como una forma cíclica, una reiteración de revoluciones, conquistas y derrotas. Los revolucionarios, por el otro lado, acostumbran a considerar la historia como una trayectoria linear, en ánodo continuo hacia una culminación reveladora. Pues, el racionalismo tiene sus raíces en la filosofía de los estoicos[30] de la antigüedad helénica. O, -como dice el pueblo pesimista de los turcos-: “Preguntaron al camello porqué tiene el cuello curvado, y él contestó: -y ¿qué tengo yo recto?” Así maldicen ellos su destino histórico…
La gente rápidamente se da cuenta de lo que pasa dentro de las murallas del Palacio de Tatoi, y cada uno de su manera: en Estambul, Maryora, la hija de Zografa, lee las noticias controvertidas en los periódicos, y se persigna para alejar el mal; la guerra y el exilio la están acechando. Al frente, en la isla de Ténedos, Nikolás no se preocupa por la política; él está disfrutando de su nueva riqueza temporal. Por el otro lado, en Uşak, Dünya Güzelı –la Bella del Mundo-, la esposa de Yovan Çavuş –el cantante de rembético, el canto de las penas, de la cárcel y del amor-, escuchó ese incidente en los ciclos de la alta sociedad nocturna, pero no se imagina lo que va a ocurrir; sólo se ríe chillando... En Ayvalik, la patria griega en Turquía que se perderá por Lesbos –la isla eólica del frente-, Anastasis se apresura a casarse con la pobre y huérfana Erinaki, para evitar de esta manera el servicio militar en el ejército turco.
Dos años más tarde, en 1922, Kemal Atatürk –el Padre de la Nación Turca- incendiará Esmirna, la ciudad cultural de la helenidad en Asia Menor. A Ismini, se la llevará el mar hasta Alejandría –la ciudad legendaria de los amores homosexuales del poeta C. Cavafy, y el mismo mar, que une los dos países enemigos, separa a las hermanitas Ana y María Kalutá –las futuras estrellas del teatro griego. Las monedas de oro de la abuela Déspina se convertirán en hojas de tabaco... El pequeño Anguelís perderá a su hermanito, Smaragdís, y se volverán a ver tras treinta años de torturas por sus creencias políticas izquierdistas. Uno de ellos siguió la ruta de Lawrence de Arabia. Es la época de la dictadura de Miguel Primo de Rivera en España, y Kazantzakis -el escritor y filósofo griego- se entrevista con él. Del genocidio de los armenios se salvará M. Ninu, la voz más importante de la música griega contemporánea, mientras que la tía de Smaragdís se casará con un francés alcohólico y esquizofrénico. Anastasis pierde su fortuna, por que su mujer es una gastadora, y Eván -la turca- se ve obligada a trabajar como sirvienta en la casa del dictador griego I. Metaxás. La crisis económica y la Segunda Guerra Mundial de 1940 arrasan el país y el mundo entero. Pues, la historia va girando en círculos viciosos… Miles de gente emigran a EE.UU., para lavar platos y hacer fortunas. Otros, como Markela, salieron volando a Tanzania. El golpe de estado de 1974 ha producido otra patria sin salvación: Chipre... Los nietos y bisnietos de todos esos personajes irán, después de la revolución de Fidel Castro y del Premio Nobel por la Paz a Óscar Arias, a América Latina, para comenzar allí, en Costa Rica, -entre 1988 y 2010- un nuevo ciclo de vidas y sueños errantes...
Intrigas políticas y versos de canciones, magia y culinaria, recuerdos infantiles, santos y reyes de baraja, culturas, religiones, poetas y pintores únicos, eso y mucho más, crea un ambiente exótico, oriental, de luces y sombras contrastadas, de aventuras, amores y otras cosas increíbles de la vida.
[1] Constantino I de los Helenos (1868-1922): Rey de Grecia y General del ejército griego durante las guerras balcánicas. En los años 1916-’17 causó una bipartición política, debido a la preferencia que demostró hacia Alemania.
[2] Los bohemios de Atenas.
[3] En francés: “Señora, señor, espero tener pronto el placer de volver a verle.”
[4] El Impromptu Fantasía ("Fantaisie-Impromptu" en francés), Opus póstumo 66 en Do sostenido menor, fue compuesto por Fryderyk Chopin, en 1834, para piano solo.
[5] Afrodita, la diosa-símbolo erótico de los griegos antiguos y los romanos.
[6] Botticelli, Sandro (1445-1510): Pintor italiano del Renacimiento temprano. Su obra más importante: El Nacimiento de Venus (1484).
[7] En la tradición griega, el ciprés simboliza la muerte.
[8] Morganático se llama el matrimonio entre una persona de sangre real con otra de descendencia popular. Los hijos de tal matrimonio no tienen derecho a la herencia del trono.
[9] Eleftherios Venizelos (1864–1936): Ilustre y carismático político revolucionario griego, quien influenció tanto los asuntos interiores y las relaciones exteriores de Grecia, que fue apodado con el sobrenombre de “El Padre de la Nación Helénica”.
[10] En francés significa “acuerdo, avenencia, compenetración, concordia, entendimiento”.
[11] El imperio otomano de Turquía.
[12] (N)arguile o shisha: Pipa para fumar, usada por los orientales, compuesta de un largo tubo flexible, del recipiente en que se quema el tabaco y de un vaso lleno de agua perfumada, a través de la cual se aspira el humo. (RAE)
[13] Instrumento musical de cuerdas, de origen oriental.
[14] Aris (Ares) o Marte era el dios bélico de los griegos antiguos y de los romanos respectivamente.
[15] El dogma oriental del cristianismo, que no acepta la noción de “filioque” del credo católico.
[16] El Tratado de Neuilly-sur-Seine fue firmado el 1919 en Francia entre Bulgaria y las potencias vencedoras en la Primera Guerra Mundial, quienes acordaron lo siguiente: pérdidas territoriales en beneficio de Rumanía, Grecia y Yugoslavia, pago de reparaciones y limitaciones en el ejército.
[17] El Tratado de Sèvres fue un pacto entre el Imperio otomano y las naciones aliadas de la Primera Guerra Mundial (a excepción de Rusia y Estados Unidos), que se firmó en Francia, en 1920. El Tratado dejaba al Imperio otomano sin la mayor parte de sus antiguas posesiones, limitándolo a Estambul y parte del Asia Menor. En Anatolia Oriental varios distritos pasaban a Armenia (la República de Armenia se independizó de Rusia en 1918) para formar la Gran Armenia. Grecia recibía Tracia Oriental, Imbros, Ténedos y la región de Esmirna. Se reconocía la separación de Egipto, Hedjaz (de Arabia Saudita) y Yemen. Chipre quedó para los británicos que ya lo administraban. Contra este tratado, aceptado por el Sultán y el gobierno otomano, se levantaron los nacionalistas al mando de Mustafa Kemal Atatürk, que tomaron el poder y combatieron victoriosamente contra griegos y armenios logrando mantener la posesión de toda Anatolia, y parte de Tracia Oriental, tras lo cual fue firmado el Tratado de Lausana en 1923, dejando sin aplicar el tratado de Sèvres. *Wikipedia)
[18] Región norteña de Grecia (capital: Thesaloniki, en español: Salónica), conocida por el reino helénico de Alejandro el Magno y reivindicada por la actual FYROM (Ex República Yugoslava de Macedonia).
[19] Región repartida entre Grecia del N.E. y Turquía del N.O.
[20] Esmirna (en griego: “Smyrni”, en turco: “İsmir”). Ciudad del Asia Menor e importante centro intelectual y comercial de los griegos, hasta el año 1922. Con su incendio, puesto por los turcos, se acabó una era cultural.
[21] Gazi Mustafa Kemal Paşa Atatürk (1881–1938): Oficial del ejército turco, revolucionario y político, que fundó la República de Turquía, tras haber vencido las fuerzas armadas de los aliados europeos. Siendo admirador de la Ilustración europea del siglo XVIII, quiso transformar el Imperio Otomano y crear un Estado moderno y secular, basado en el nacionalismo. Durante su presidencia realizó importantes cambios políticos, económicos y culturales.
[22] En terminología médica: ganglios linfáticos.
[23] Alejandría (en griego: Alexandria, en árabe: Iskenderiya). Ciudad de Egipto, fundada por Alejandro el Magno de Macedonia (Grecia), famosa por su vida intelectual y comercial, hasta mediados del siglo XX d.C.
[24] El puerto principal de Grecia.
[25] Salónica o Thessaloniki, en turco: Selânik: La segunda ciudad más grande y capital cultural de Grecia, en la región norteña de Macedonia.
[26] Región europea del SO (Grecia, Bulgaria, FYROM, Serbia y Rumanía).
[27] Espartano, -a / -s: El habitante de la ciudad-estado antiguo de Esparta, en El Peloponeso (Grecia del Sur). Los espartanos eran conocidos por la dureza de su vida militar y civil.
[28] El sol alejandrino es el símbolo imperial de Alejandro el Magno de Macedonia (356-323 a.C.)
[29] Churchill, Winston [Sir] (1874-1965): Político, militar y escritor británico, que desempeñó el cargo de Primer Ministro de Gran Bretaña (1940-45, 1951-55); fue uno de los protagonistas de la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial. Ganó también el premio Nobel de Literatura.
[30] El estoicismo es uno de los movimientos filosóficos que, dentro del período helenístico, adquirió mayor importancia y difusión. Fundado por Zenón de Citio el año 301 a.C., adquirió gran difusión por todo el mundo greco-romano. Tras esto, dio signos de agotamiento que coincidieron con la descomposición social del Alto Imperio romano y el auge del cristianismo. Según los estoicos, la naturaleza humana constituye parte de la universal, la cual se gobierna por la ley de la lógica. El ser humano debe vivir de acuerdo con su naturaleza, la cual conduce hacia la virtud. De eso depende su propia prosperidad. Es deber humano poner la vida en armonía con el Universo. Los estoicos proclamaban que se puede alcanzar la libertad y la tranquilidad tan sólo siendo ajeno a las comodidades materiales, la fortuna externa, y dedicándose a una vida guiada por los principios de la razón y la virtud (tal es la idea de la imperturbabilidad o ataraxia).
Sigue el 2. capítulo: Tactos
DIARIO
EL NUEVO DÍA
12 DE OCTUBRE DE 1920
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SU MAJESTAD,
EL REY ALEJANDRO I DE GRECIA,
FALLECIÓ AYER MORDIDO POR UN MONO.
EL GABINETE MINISTERIAL,
Tatoi-Atenas, 11 de octubre.
MENSAJE OFICIAL:
Al pueblo griego:
El Consejo Ministerial anuncia con profundo pesar la defunción de su Majestad, el Rey Alejandro, sucedida hoy, a las 4 horas y 10 minutos de la tarde. La pena es mayor por la temprana edad de nuestro benévolo rey fallecido y por el hecho de que no cumplió los años de su reinado para el que había sido apropiadamente preparado.
Según el atestado médico, su Majestad falleció tras un breve momento de agonía, durante el cual sufrió espasmos faciales.
Es menester que se designe pronto al virrey que le sustituirá.
GRAN ALIVIO EN LA PRESIDENCIA
Los progresos en la aplicación de vacunas veterinarias para la rabia facilitan los movimientos políticos del Primer Ministro Eleftherios Venizelos.
1
Palacio de Tatoi, en las afueras de Atenas, 1915: Alejandro, un príncipe de veintidós años de edad, un joven acusado como hereje, soñador y revolucionario de su época, acaba de llegar a la edad viril teniendo en frente dos obstáculos por superar: su amor prohibido por Aspasía Manu, su querida “Bika” –una guapísima ateniense pero de descendencia popular-, y la bipartición política del pueblo griego entre los que apoyan al rey Constantino I –su propio padre[1]- y sus enemigos, que defienden la política del Primer Ministro Eleftherios Venizelos. Siendo el segundo hijo de la familia real, ni siquiera se imagina que él va a heredar el trono de la Casa alemana de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glüksburg en Grecia. Eso se lo ha dejado a su hermano primogénito. Igual ha dejado aparte sus estudios en la Escuela Militar de Atenas. Pues, él tiene sus propias ideas, que sus tutores y su padre no pueden ni siquiera concebir: ¡Magna Grecia debe revivir!
Como todo estudiante mediocre (de ideas más adelantadas que su época), él también se escapa de la escuela, para encontrarse –a escondidas, ¡claro!- con su novia entre los árboles seculares y subtropicales del Jardín Real, en el centro histórico de la capital griega.
Ella, hija de un oficial de la Policía Real, recibe todo lo que sus padres consideran fino y apropiado para superar -ellos junto a ella- su estamento social por medio de un futuro conyugal: va al conservatorio, donde toca el piano –un repertorio amplio, desde las composiciones clásicas de Chopín, hasta las canciones del apachismo ateniense[2] -que las practica en casa, con las ventanas de madera cerradas-, y aprende con clases particulares –gran lujo para su época- a expresar en francés los debidos respetos en los salones de la alta sociedad:
-Madame, monsieur, j´espère avoir bientôt le plaisir de vous voir...[3]
Un idioma elegante y una música sofisticada, para expresar una vida de intensos sentimientos amorosos. Intensos por su descendencia humilde.
Al atardecer, Alejandro y Aspasía se encuentran en el jardín, bajo las miradas discretas de la Guardia Real. Él ha escuchado de sus compañeros en la escuela –unos hombres bruscos, preparados para la guerra-, que en una relación erótica, el hombre es como el caballo macho, que tiene que hacer el primer paso. Pero Alejandro es un jovencito tímido; no se lo permite su educación regia. -“Niño chineado”, le llaman sus amigos, chismeando y riéndose detrás de su espalda. Ella, ardiente por su deseo, olvida los “plaisir” franceses y las “Fantasías Impromptu”[4] de Chopín, y le seduce con su cuerpo de Venus[5] y su cara de Madonna de Botticelli[6]. Junto al tronco antiguo de un cupressus semprevirens –un ciprés[7] mediterráneo-, Alejandro oscila entre la libido y el deber a su oficio real:
-Pienso si es honrado lo que estamos les haciendo... Tú a la patria y yo a la familia real.
Y su Bika trata de consolar al príncipe de sus sueños con sus modales medioclaseros:
-No es fácil soltar uno al que tanto ama...
Mas inmediatamente le sobrecoge el pavor de la duda:
-Pero hay tanta maldad en el mundo...
Él necesita estar seguro de sus pasos.
-¿Estás lista para enfrentar todo lo que nos espera?
Y ella, indiferente a toda exclusión que conllevaría ese matrimonio morganático[8], le cierra su boca con sus labios, susurrándole:
-Hasta la muerte...
Su matrimonio fue un escándalo con increíbles repercusiones e intrigas. Hasta después de su coronación, Alejandro I decidió cumplir con su promesa, oponiéndose a su padre, el rey Constantino I y a toda su familia- y también al futuro Primer Ministro –Eleftherios Venizelos[9]-, quien le preparaba un matrimonio arreglado con la Princesa de Gran Bretaña. Pero la opinión del pueblo griego era diferente, pues Alejandro fue el primer rey que tuvo el valor de casarse con una ciudadana griega, aunque no fuera de descendencia noble. A pesar de eso, apenas se abrieron las esclusas del gran canal en Panamá, uniendo así dos mundos, y empezó la Primera Guerra Mundial, en 1914, Grecia emprendió –un año más tarde- su afición preferida: el fanatismo de la bipartición esquizofrénica; en otras palabras, la pelea y la matanza entre hermanos... El rey Constantino y sus seguidores (léase lameculos), apoyaban a sus compatriotas, los alemanes, mientras que los partidarios de Venizelos esperaban recibir la ayuda de la llamada Triple Entente[10], o sea, de los ingleses, los franceses y los rusos. El Primer Ministro estaba convencido de que Grecia tenía el deber de participar en la guerra junto a los aliados occidentales, dándole el soplo a Alemania y Austria-Hungría. Alejandro era un defensor ferviente de la Gran Idea: Grecia debía recobrar sus tierras ocupadas por la Sublime Puerta[11] desde hace ya cuatrocientos años oscuros. Sin embargo, la Entente no miraba con buenos ojos a Alejandro, el heredero del trono, y eso, por su descendencia alemana; no les importaban sus ideas revolucionarias. Para ellos, el joven príncipe era una pieza de ajedrez, que tenían que quitar del tablero de la política europea.
-“Pan, olivas y al rey Constantino”, reivindicaban unos;
-“Venizelos, el Gran Padre de la Nación”, gritaban los otros.
En las tabernas subterráneas de Atenas y costeras de Esmirna –los rincones de los marginados de la vida-, el vino color ámbar por aquí y el humo azuleado del narguile[12] por allá, en el Oriente, hacen que las notas musicales del buzuki[13] fluyan y vuelen, por el cielo y el mar:
“Algún día lo escribirá la historia, / que él espantó a las fieras, / a los reyes y a los diputados, / a los mentirosos y a los impostores. / Y allá, en Atenas, / reunión masiva; / Venizelos está luchando / para llevarlo todo a cabo, / y como cada patriota / nos traerá la igualdad. / La Virgen María / que acude a nuestro lado, / enseña el camino / a nuestro general nuevo, / al héroe de la Defensa Nacional, / que lucha para vencer / a los enemigos. / Los chicos de la Defensa / han echado al rey / y le abrieron velas / pa´ que vaya a sus tierras, / a comer a dos colmillos, / junto a sus amiguillos / extranjeros. / ¡El sombrero de la Defensa / ha traído a Venizelos!”
(Dentro de poco, el Arzobispo de Atenas convocará a los ciudadanos-ovejas en el Parque Central de la ciudad, que lleva el nombre del dios antiguo de la guerra[14], para echarle a Venizelos –gracias a… Dios, tan solo simbólicamente- las piedras negras del anatema, una excomulgación, por la cual el heredero del trono sacro de la ortodoxia[15] pedirá perdón el primer año del segundo milenio…)
En fin y en 1917, la Entente obliga al rey Constantino a abandonar Grecia, y él lo hace abdicando su puesto en su hijo Alejandro, hasta su retorno, después de la Primera Guerra Mundial. En eso metió también su manita Venizelos, quien adoraba al príncipe Alejandro, por sus ideas novedosas. La guerra terminó con los tratados de Neuilly[16] y de Sèvres[17], que permitían a Grecia anexionar las regiones de Macedonia[18], Tracia[19] y Esmirna[20]. Así que el mar Egeo unió sus pedazos después de tantos siglos. Pero eso no convenía a nadie; ni a los enemigos, ni siquiera a los aliados... Además, ellos vendían armas al líder turco Kemal Atatürk[21], quien dentro de dos años incendiará Esmirna. (Por el momento está ocupado con la invasión en el Mar Negro y el genocidio de los armenios...)
30 de septiembre de 1920, temprano por la mañana. El rey Alejandro I de Glücksburg está dando su paseo diario por el Jardín Real, antes de ocuparse con sus deberes políticos. Feliz, por haber logrado el matrimonio con su querida Aspasía Manu, se siente la plenitud de un héroe que había llevado al ejército griego hacia la victoria y la liberación de Macedonia de los turcos y los búlgaros, y sueña ansiosamente con tener en sus brazos al fruto de su amor: Bika está embarazada. Ese niño, claro, no tendrá derecho a la herencia del trono –por ser un hijo de un matrimonio morganático-, pero a Alejandro eso no le importa. La felicidad de las cosas simples de la vida (algo que le ha enseñado Bika –la popular-) le dan mayor felicidad. Anda paseando con Fritz, un pastor alemán, -el perro alsaciano que le habían obsequiado los soldados ingleses por su contribución al frente balcánico. Pero Fritz es rebelde; como su dueño. El otro día, había quebrado el gran espejo del dormitorio real.
–“¡Dios nos guarde!”, chilló su esposa “eso nos traerá siete años de mala suerte…”
Inmediatamente se mordió el labio, pensando asustada que algún cortesano podría haber escuchado a escondidas esa expresión suya de populismo. Pero, olvidando el protocolo regio, roció con una ramita verde de albahaca las rajas del espejo con su agua bendita (que clandestinamente le pasaba su madre en una botellita de vidrio forrada con mimbre, y ella la guardaba en su fina mesita de noche), rezando por dentro de sus bellos dientes blancos y brillantes:
“Dios Todopoderoso, danos en este hogar salud, victoria, castidad, bondad y la plenitud del poder. Hágase esta bendición permanente aquí, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.”
[Una oración por excelencia imperial.] Las gotas en descenso del agua bendita sobre la plata del espejo –como lupas- hacen que la figura de Bika aparente ridícula: chaparra y con cabeza de calabaza…
–“Algo tenemos que hacer por eso”, piensa Alejandro acariciándole la cabeza, mientras que el perro feroz trata de morderle la mano.
En ese momento, una monita graciosa suelta su cola y se deja caer desde su árbol al frente de los dientes afilados de Fritz. El perro, sin perder tiempo, agarra a la mona y la sacude moviendo nerviosamente su fuerte nuca. Chillidos antropoides espantan a los pájaros tropicales del jardín, que se van volando por encima de las copas de los Phoenix canariensis y de las demás palmas filiferas y los otros árboles exóticos que con tanto esmero había reunido el primer rey de todos los rincones del mundo.
¡Pánico!
Alejandro trata de despegar a la mona de los colmillos babosos de Fritz, pero al momento siente un ardor en su pierna izquierda. Un mono macho, al ver que su pareja estaba en peligro, había saltado desde su rama para atacar al rey y a su perro. Alejandro cae temblando por el dolor, pero el mono sigue colgando con sus mandíbulas de la pierna del rey. Inmediatamente, Sturm –el supervisor alemán del Jardín Real- sale disparado de su casita de madera, golpea con su látigo al perro y con sus fuertes brazos agarra al mono por la nuca para liberar la pierna del joven rey. Lleva a Alejandro a su “chalé” –así se llama la casita de madera del jardinero- y le ofrece los primeros auxilios. La herida falciforme de la dentadura del simio está sangrando, y el rey pide que lo lleven al palacio muy discretamente, para que este caso humillante no llegue a las bocas de sus enemigos ávidos de burlas. Este acontecimiento –trágico para el rey- se convertiría en un sketch cómico en las revistas y los teatros. ¡Dios nos libre!
En el palacio, la reina Aspasía –avisada por los guardas- está lista para dar su espectáculo popular: vestida de… enfermera –bata blanca y toquita de papel con la cruz roja-, está esperando en la cabecera con una jeringa vacía en la mano. El doctor -agradece la valiosa contribución de su Majestad- y empieza a limpiar los tendones masticados con alcohol y gasolina –el antiséptico de una Era sin antibióticos. Después envuelve con vendas la pierna abierta de Alejandro –una pulpa de sangre morada.
En el Jardín real, los dos monos son capturados y ejecutados con eutanasia. Fritz, el perro alemán, está encadenado, y Sturm se ve obligado a colgarse de rama en rama para enjaular a los demás simios. Las guacamayas, las loras y las lapas, los periquitos y los demás pájaros exóticos regresan a sus nidos y junto a ellos, vuelve al jardín el orden alemán y la paz.
De noche, el rey Alejandro se despierta por unos dolores increíbles; de la herida surge pus espesa y amarillenta; la fiebre sube a los 41° grados y eso ocurre seguidamente durante las próximas tres noches. El Primer Ministro Venizelos, convoca un consejo médico para salvar la vida de su rey predilecto. Los doctores descubren que el microbio del estreptococo ha invadido las glándulas linfáticas[22] del rey y deciden ensanchar la herida de su pierna mordida. Esas operaciones se han convertido en las peores pesadillas de Alejandro; y él, se hunde en unos sueños profundos:
«Kostas Garefis lucha por la liberación de Macedonia. Es esa misma persona que el pueblo macedónico canta y cuenta en sus leyendas. Sus hazañas durarán por nueve años. Kostas, un jovencito de apenas veintitrés años, decidió alistarse en las tropas revolucionarias en contra de la Sublime Puerta.
Toda la noche, él y sus ciento cincuenta guerrilleros griegos estuvieron colgando de mecates y sosteniéndose con las manos y las uñas por los enormes pilares pétreos del puente ferroviario de Aguista. Sigilosamente le colocaban dinamita para hacerlo volar la próxima mañana, cuando los turcos iban a pasar con sus municiones hacia el Oriente. Era un empeño peligrosísimo. Antes del amanecer, y habiendo llevado a cabo ya su hazaña, Kostas empezó a contar a sus ciento cincuenta soldados, para ver si todos estaban sanos y salvos. Los llamaba uno por uno, por sus nombres:
-¡Dimitris, Apostolis, Katsudas!,
o por sus sobrenombres:
-¡“El duro”, “el gallo”!...
Faltaba uno.
-El pobre del “zorro”. Seguramente se habría caído en los raudales del río.
Decidieron hacerle una misa funeraria –Pappás, uno de los soldados era monje- pero no les dio tiempo. De repente, decenas, centenas, miles de soldados turcos, como una plaga de saltamontes, con espadas y fusiles esparcieron por los aires corazones y pies y por la tierra manos y cabezas. Sólo nueve griegos se salvaron, y entre ellos Kostas. El zorro no estaba muerto. Por su traición es que fueron asesinados ciento cuarenta y un héroes. A lo mejor, murieron ciento cuarenta héroes. El zorro no se puede contar entre los fallecidos; ni entre los héroes. Se considera desaparecido; despreciado. Era un traidor. Un traidor suertudo, ya que los turcos no le cortaron la cabeza de primero. Eso ocurre siempre con los traicioneros. Pero esta vez no. La sed de Kostas por vengarse, le estaba secando el corazón. Tras muchas aventuras logró regresar a su pueblo.
Fue tan valiente Kostas, que el mismo rey Constantino I, le otorgó una medalla. A pesar de ello, su corazón se envenenó por sus litigios con la ley, que según su opinión, representaba el estado vencido.
-“Nadie quiso admitir hasta ahora que cada ser humano es un caso individual e independiente que reivindica sus derechos”, se decía a sí mismo. Se sentía tan acongojado que ya estaba inquieto, cuando decidió desterrarse en el país del Nilo. Fue en búsqueda nostálgica de lo inconcebible. Un viaje por su propia mente. Por su alma. No le interesaba tanto su progreso económico. Eso lo dejó para la próxima generación de los griegos en Alejandría[23]; la de la tía-abuela Ismini, que dentro de poco va a crear un mundo de ensueño oriental en África... Y, perseguido por su obligación, Kostas se embarcó en el primer buque que iba al Pireo[24], y de ahí, fue directamente a su Macedonia querida... Fue dura su lucha en contra de los búlgaros “komitatzís” -quienes trataban de es(c)lavizar la región. Un chovinismo para cretinos. Como todos los chovinismos...
Los búlgaros, pues, aparecen en la historia europea el siglo II d.C., cuando vienen de Asia central y se instalan en Rusia. Son todavía mongoles, y por eso, primos hermanos de los turcos, pero poco a poco se eslavizan encaminándose hacia el imperio bizantino, adonde llegan en el siglo VI, hablando ya un idioma muy parecido al ruso. Así, de ser parientes de los turcos pasan a ser parientes de los rusos... Un típico caso de diferenciación étnica mediante la cultura. Y a pesar de eso, ellos creen tener sangre pura (como los griegos también). Otro cretinismo nacional... A pesar de ser ellos ortodoxos, como los griegos, prefieren seguir la vía del cuchillo y no la de la palabra divina. Seguramente la primera es más convencedora.
Fue un verano caluroso. Salónica[25], la ciudad cosmopolita de Macedonia, tierra natal del revolucionario turco Mustafa Kemal Atatürk, que más tarde perseguirá a cuchillo y fuego a los griegos del Asia Menor, se estaba estremeciendo por las bombas que estallaban por todo lado. Lambros Koromilás, el Cónsul griego en la Macedonia turca, -quien organizaba discretamente el frente que vencería a Luca Ivanof, el caudillo del comité búlgaro para la eslavización de los Balcanes[26] nombró a Kostas Garefis líder de las tropas griegas.
En la capilla encalada de su pueblo, Kostas y sus veintidós compañeros hacen con sus cuchillos una herida en la mano derecha. La sangre corre, caliente, desde las profundidades de su alma. En la hoja plateada y brillante del cuchillo, se miran en los ojos y suspiran. Unen sus manos y dejan que su sangre les nombre hermanos. Fuera del portón de la capilla, Asimó, la madre de Kostas le entrega su fusil y –como una espartana[27]- le deja su deseo y maldición:
-Devuélveme eso con gloria, o que la tierra te deshaga junto a él.
5 de agosto de 1906.
Los “komitatzís”, reunidos en las chozas de los nómadas “sarakatsanos”, redondas y puntiagudas, hechas de paja, los caminantes sin tierra, ya están borrachos. Las balas de Kostas encuentran el corazón de Luca Ivanof, pero él cae también herido por el rifle de un compañero suyo que se equivocó (¿?)...»
Ya es tarde. Macedonia ya es griega, pero siempre reivindicada. Por todos. Y ¿qué ha hecho Grecia por eso? Hibernar, dejando que por diez decenios Yugoslavia llame su provincia del Sur “MACEDONIA” y que circule el diario de “Nova Makedóniya”, y utilice el sol alejandrino[28] en la bandera de la nueva República de FYROM... El querer imponer un nombre de tu gusto a unos individuos o una nación entera, eso, es la ley del chulo –como dicen los españoles.
Tres noches han pasado y el cuarto día, el doctor anuncia a su Majestad la... enfermera Aspasía, que es menester amputar la pierna de su Alteza, el rey Alejandro, le reitero, Señora, la expresión de mi más alta consideración..., pero es un asunto de vida y muerte. Mientras tanto, Venizelos, el Primer Ministro y mecenas ideológico del joven rey, invita al doctor Vidal, quien acude desde París en un buque de la flota guerrera de Grecia y se atreve a vacunar al paciente con su propia pus. Saliendo del dormitorio real, mueve su cabeza en señal de desesperanza, y prevé pocos días de vida para el inquilino alemán del trono griego.
La noche del 11 de octubre de 1920, Alejandro cae en coma. Pocos minutos antes de ese incidente final, presenta una mejora esperanzadora, pero sus médicos no se dejan engañar. Con lo poco de fuerza que le queda, extiende sus manos, agarra a su Bika por los encajes de su vestido y se mete en sus brazos como un niño asustado. En un delirio de palabras recortadas y enredadas, le pide que vayan juntos a pasear en su coche, y llama a su chofer. Sus últimas palabras fueron las que su querida Aspasía le había dicho aquella tarde en el Jardín Real:
-No es fácil soltar uno al que tanto ama... Hasta la muerte...
Al soltar sus manos, su Bika dio el mayor recital de su populismo:
-¡Ay! En qué mundo tan lleno de maldad me dejas, mi amor, Alejooo...
Dicen que el chofer suicidó por la pena de esa muerte... No fue permitido que los padres exiliados del rey Alejandro I fueran a su entierro. Sólo a su abuela, Olga, le dieron -a duras penas- el permiso para estar con él durante sus últimos momentos de agonía, pero hasta el propio clima del Mediterráneo oriental se le opuso. Una tremenda tormenta torturó su largo viaje marítimo, así que solamente pudo interpretar su populismo teatral por encima de su nieto embalsamado:
-¡Qué bello que es mi Alejandro!... ¡Que en paz descanse mi chiquito en el Paraíso! ¡Qué bueno fue mi nieto!
Pobre es el vocabulario de los reyes en tierras ajenas…
Cinco meses después nació su hija, una princesa, bautizada Alejandra, para conmemorar a su padre. Venizelos, el Primer Ministro, está furioso.
-¿Cómo se atreven a publicar en el “Nuevo Día” que yo mandé vacunar a los monos con rabia para que le mordieran? Yo a Alejandro lo consideraba como mi hijo. Pues, a mí algo no me gustó de ese doctor de Francia. Estoy seguro de que aquí hay gato encerrado, “algún hueco tendrá la lenteja” –como dice el sabio pueblo griego- algo podrido... Los ingleses son astutos; unos zorros. Y con tal de lograr sus fines, son capaces de pagar a cualquiera.
Unos años más tarde, Winston Churchill[29], comentando la destrucción del Asia Menor por los turcos, dirá con su imperturbabilidad británica:
“It was a monkey bite that caused the death of those 250.000 people. It is a monkey bite that changes the course of Greek history. - Doscientas cincuenta mil personas murieron por una mordedura de un mono. Por un mordisco de un animal cambió la trayectoria de la historia griega…”
Desde principios ya del siglo XVIII, los científicos conocían que es posible que un sistema determinista se comporte de una manera aparentemente azarosa. Pero también sabían que esa manera no es realmente manejada por la pura suerte. Suponían que eso parece como tal, por que prácticamente hay una falta de datos que aparenta casual. Además, admitían que esa “casualidad embustera” ocurre tan sólo en sistemas complejos, con una gran gama de variantes y componentes –como es la historia universal- que siempre se mantendrán fuera del alcance de la mente humana. En el siglo XX, se sabe ya que el azar tiene sus propias normas. Ahora, el orden no es un sinónimo de la regla, y el desorden no significa la falta de la ley. Los realistas tienden a contemplar la historia como una forma cíclica, una reiteración de revoluciones, conquistas y derrotas. Los revolucionarios, por el otro lado, acostumbran a considerar la historia como una trayectoria linear, en ánodo continuo hacia una culminación reveladora. Pues, el racionalismo tiene sus raíces en la filosofía de los estoicos[30] de la antigüedad helénica. O, -como dice el pueblo pesimista de los turcos-: “Preguntaron al camello porqué tiene el cuello curvado, y él contestó: -y ¿qué tengo yo recto?” Así maldicen ellos su destino histórico…
La gente rápidamente se da cuenta de lo que pasa dentro de las murallas del Palacio de Tatoi, y cada uno de su manera: en Estambul, Maryora, la hija de Zografa, lee las noticias controvertidas en los periódicos, y se persigna para alejar el mal; la guerra y el exilio la están acechando. Al frente, en la isla de Ténedos, Nikolás no se preocupa por la política; él está disfrutando de su nueva riqueza temporal. Por el otro lado, en Uşak, Dünya Güzelı –la Bella del Mundo-, la esposa de Yovan Çavuş –el cantante de rembético, el canto de las penas, de la cárcel y del amor-, escuchó ese incidente en los ciclos de la alta sociedad nocturna, pero no se imagina lo que va a ocurrir; sólo se ríe chillando... En Ayvalik, la patria griega en Turquía que se perderá por Lesbos –la isla eólica del frente-, Anastasis se apresura a casarse con la pobre y huérfana Erinaki, para evitar de esta manera el servicio militar en el ejército turco.
Dos años más tarde, en 1922, Kemal Atatürk –el Padre de la Nación Turca- incendiará Esmirna, la ciudad cultural de la helenidad en Asia Menor. A Ismini, se la llevará el mar hasta Alejandría –la ciudad legendaria de los amores homosexuales del poeta C. Cavafy, y el mismo mar, que une los dos países enemigos, separa a las hermanitas Ana y María Kalutá –las futuras estrellas del teatro griego. Las monedas de oro de la abuela Déspina se convertirán en hojas de tabaco... El pequeño Anguelís perderá a su hermanito, Smaragdís, y se volverán a ver tras treinta años de torturas por sus creencias políticas izquierdistas. Uno de ellos siguió la ruta de Lawrence de Arabia. Es la época de la dictadura de Miguel Primo de Rivera en España, y Kazantzakis -el escritor y filósofo griego- se entrevista con él. Del genocidio de los armenios se salvará M. Ninu, la voz más importante de la música griega contemporánea, mientras que la tía de Smaragdís se casará con un francés alcohólico y esquizofrénico. Anastasis pierde su fortuna, por que su mujer es una gastadora, y Eván -la turca- se ve obligada a trabajar como sirvienta en la casa del dictador griego I. Metaxás. La crisis económica y la Segunda Guerra Mundial de 1940 arrasan el país y el mundo entero. Pues, la historia va girando en círculos viciosos… Miles de gente emigran a EE.UU., para lavar platos y hacer fortunas. Otros, como Markela, salieron volando a Tanzania. El golpe de estado de 1974 ha producido otra patria sin salvación: Chipre... Los nietos y bisnietos de todos esos personajes irán, después de la revolución de Fidel Castro y del Premio Nobel por la Paz a Óscar Arias, a América Latina, para comenzar allí, en Costa Rica, -entre 1988 y 2010- un nuevo ciclo de vidas y sueños errantes...
Intrigas políticas y versos de canciones, magia y culinaria, recuerdos infantiles, santos y reyes de baraja, culturas, religiones, poetas y pintores únicos, eso y mucho más, crea un ambiente exótico, oriental, de luces y sombras contrastadas, de aventuras, amores y otras cosas increíbles de la vida.
[1] Constantino I de los Helenos (1868-1922): Rey de Grecia y General del ejército griego durante las guerras balcánicas. En los años 1916-’17 causó una bipartición política, debido a la preferencia que demostró hacia Alemania.
[2] Los bohemios de Atenas.
[3] En francés: “Señora, señor, espero tener pronto el placer de volver a verle.”
[4] El Impromptu Fantasía ("Fantaisie-Impromptu" en francés), Opus póstumo 66 en Do sostenido menor, fue compuesto por Fryderyk Chopin, en 1834, para piano solo.
[5] Afrodita, la diosa-símbolo erótico de los griegos antiguos y los romanos.
[6] Botticelli, Sandro (1445-1510): Pintor italiano del Renacimiento temprano. Su obra más importante: El Nacimiento de Venus (1484).
[7] En la tradición griega, el ciprés simboliza la muerte.
[8] Morganático se llama el matrimonio entre una persona de sangre real con otra de descendencia popular. Los hijos de tal matrimonio no tienen derecho a la herencia del trono.
[9] Eleftherios Venizelos (1864–1936): Ilustre y carismático político revolucionario griego, quien influenció tanto los asuntos interiores y las relaciones exteriores de Grecia, que fue apodado con el sobrenombre de “El Padre de la Nación Helénica”.
[10] En francés significa “acuerdo, avenencia, compenetración, concordia, entendimiento”.
[11] El imperio otomano de Turquía.
[12] (N)arguile o shisha: Pipa para fumar, usada por los orientales, compuesta de un largo tubo flexible, del recipiente en que se quema el tabaco y de un vaso lleno de agua perfumada, a través de la cual se aspira el humo. (RAE)
[13] Instrumento musical de cuerdas, de origen oriental.
[14] Aris (Ares) o Marte era el dios bélico de los griegos antiguos y de los romanos respectivamente.
[15] El dogma oriental del cristianismo, que no acepta la noción de “filioque” del credo católico.
[16] El Tratado de Neuilly-sur-Seine fue firmado el 1919 en Francia entre Bulgaria y las potencias vencedoras en la Primera Guerra Mundial, quienes acordaron lo siguiente: pérdidas territoriales en beneficio de Rumanía, Grecia y Yugoslavia, pago de reparaciones y limitaciones en el ejército.
[17] El Tratado de Sèvres fue un pacto entre el Imperio otomano y las naciones aliadas de la Primera Guerra Mundial (a excepción de Rusia y Estados Unidos), que se firmó en Francia, en 1920. El Tratado dejaba al Imperio otomano sin la mayor parte de sus antiguas posesiones, limitándolo a Estambul y parte del Asia Menor. En Anatolia Oriental varios distritos pasaban a Armenia (la República de Armenia se independizó de Rusia en 1918) para formar la Gran Armenia. Grecia recibía Tracia Oriental, Imbros, Ténedos y la región de Esmirna. Se reconocía la separación de Egipto, Hedjaz (de Arabia Saudita) y Yemen. Chipre quedó para los británicos que ya lo administraban. Contra este tratado, aceptado por el Sultán y el gobierno otomano, se levantaron los nacionalistas al mando de Mustafa Kemal Atatürk, que tomaron el poder y combatieron victoriosamente contra griegos y armenios logrando mantener la posesión de toda Anatolia, y parte de Tracia Oriental, tras lo cual fue firmado el Tratado de Lausana en 1923, dejando sin aplicar el tratado de Sèvres. *Wikipedia)
[18] Región norteña de Grecia (capital: Thesaloniki, en español: Salónica), conocida por el reino helénico de Alejandro el Magno y reivindicada por la actual FYROM (Ex República Yugoslava de Macedonia).
[19] Región repartida entre Grecia del N.E. y Turquía del N.O.
[20] Esmirna (en griego: “Smyrni”, en turco: “İsmir”). Ciudad del Asia Menor e importante centro intelectual y comercial de los griegos, hasta el año 1922. Con su incendio, puesto por los turcos, se acabó una era cultural.
[21] Gazi Mustafa Kemal Paşa Atatürk (1881–1938): Oficial del ejército turco, revolucionario y político, que fundó la República de Turquía, tras haber vencido las fuerzas armadas de los aliados europeos. Siendo admirador de la Ilustración europea del siglo XVIII, quiso transformar el Imperio Otomano y crear un Estado moderno y secular, basado en el nacionalismo. Durante su presidencia realizó importantes cambios políticos, económicos y culturales.
[22] En terminología médica: ganglios linfáticos.
[23] Alejandría (en griego: Alexandria, en árabe: Iskenderiya). Ciudad de Egipto, fundada por Alejandro el Magno de Macedonia (Grecia), famosa por su vida intelectual y comercial, hasta mediados del siglo XX d.C.
[24] El puerto principal de Grecia.
[25] Salónica o Thessaloniki, en turco: Selânik: La segunda ciudad más grande y capital cultural de Grecia, en la región norteña de Macedonia.
[26] Región europea del SO (Grecia, Bulgaria, FYROM, Serbia y Rumanía).
[27] Espartano, -a / -s: El habitante de la ciudad-estado antiguo de Esparta, en El Peloponeso (Grecia del Sur). Los espartanos eran conocidos por la dureza de su vida militar y civil.
[28] El sol alejandrino es el símbolo imperial de Alejandro el Magno de Macedonia (356-323 a.C.)
[29] Churchill, Winston [Sir] (1874-1965): Político, militar y escritor británico, que desempeñó el cargo de Primer Ministro de Gran Bretaña (1940-45, 1951-55); fue uno de los protagonistas de la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial. Ganó también el premio Nobel de Literatura.
[30] El estoicismo es uno de los movimientos filosóficos que, dentro del período helenístico, adquirió mayor importancia y difusión. Fundado por Zenón de Citio el año 301 a.C., adquirió gran difusión por todo el mundo greco-romano. Tras esto, dio signos de agotamiento que coincidieron con la descomposición social del Alto Imperio romano y el auge del cristianismo. Según los estoicos, la naturaleza humana constituye parte de la universal, la cual se gobierna por la ley de la lógica. El ser humano debe vivir de acuerdo con su naturaleza, la cual conduce hacia la virtud. De eso depende su propia prosperidad. Es deber humano poner la vida en armonía con el Universo. Los estoicos proclamaban que se puede alcanzar la libertad y la tranquilidad tan sólo siendo ajeno a las comodidades materiales, la fortuna externa, y dedicándose a una vida guiada por los principios de la razón y la virtud (tal es la idea de la imperturbabilidad o ataraxia).
Sigue el 2. capítulo: Tactos