Tiwanaku, la cultura preincaica del lago Titicaca
PRESENTACION:
Por las orillas del lago Titicaca, el más elevado del mundo, los actuales indígenas aymará sobreviven en las huellas de la civilización ancestral del Altiplano de los Andes.
Un poco más allá, la Ciudasd-Santuario de Tiwanaku, orientada hacia los astros, expresa con su arte vanguardista los mitos religiosos y la historia política del lugar. Es el guardián misterioso de la idiosincracia de la civilización sudamericana que nació aquí desde hace 3.500 años.
PROLOGO
En las alturas del hemisferio sur, nosotros los viajeros, realizamos a veces que algunos de nuestros sentidos ya no están prontos a catar, mientras adquirimos otros, nuevos e intensos, que de cierto modo nos convierten en caminantes en la trayectoria histórica de la mentalidad cultural de los pueblos. Todas las cosas aquí, en América Latina, se mueven en un ritmo obviamente más lento.
Echo por una vez más una mirada a mi reloj: son las 5:00 -apenas media hora antes del amanecer. El volumen denso de los Andes se mezcla con el horizonte oscuro, de manera que no puedo distinguir cuáles de los infinitos puntos brillantes son estrellas, y cuáles son luces de los miles de tugurios que se encuentran por las laderas de las montañas que rodean la cuenca de "Chukuayo Marka" (La Paz). Por una vez más, me encuentro en América del Sur -la bendita, como diría el nobelista Miguel Angel Asturias, y la observo mientras se está despertando.
En el camión de madera -reminiscencia de la década de los ´60, que nos trasladaría desde la capital del "Qhollasuyo" (Bolivia), hasta la frontera peruana, trato de ignorar el frío impresionante, y pienso en este "continente doble", el milenario y a la vez juvenil, la América de los indígenas y de los europeos, pero -sobre todo- la de los mestizos. Es una fuerte experiencia estar en este escenario teatral al aire libre, donde millones de gente esfuerzan a sobrevivir desde aquel entonces que habían cruzado como novatos el estrecho de Bering para crear aquí civilizaciones diacrónicas, como la de "Tiwanaku".
Ya son las 5:30 y el sol ha tejido su "rosada cintita" sobre el "Inti Illimañi" -el pico sacro de los Andes bolivianos. Es esta misma cinta que las cholas tejen en sus polleras, y que la cantan con las "zampoñas" -el instrumento musical que es parecido a la flauta del dios griego llamado "Panas".
Estamos a sólo 11 kilómetros de La Paz, pero tan lejos dentro de las eras geológicas. Ya hemos llegado al "Valle de la Luna", donde la corroción eólica ha llegado a formar minúsculos cañones y picos altos, delgados y puntiagudos, como pináculos de catedrales góticas.
Nuestro pequeño bus de madera ya está atravesando las altas planicies andinas, vastas y solitarias. Es preferible visitar primero el lago "Titicaca". Su evolución geológica ha influenciado en parte la cultura Tiwanaku.
Es un museo geológico al aire libre, que nos guía por los períodos de la formación terrestre. A finales de la era jurásica del período mesozoico, desde hace 135 millones de años, el subcontinente sudamericano de despegó de Godwana, y comenzó un viaje lento hacia el Occidente.
Según el geólogo Federico E. Ahlfeld, a comienzos del período terciario -hace más de 65 millones de años- se formó la Cordillera de los Andes, a una altitud de 12.000 metros. Más tarde, la corrosión eólica y acuática la disminuyeron a los 7.000 m.s.n.m. Una cuenca que entonces correspondía con la extensión de la actual Bolivia del Noroeste, recibió una gran cantidad de agua, creando así un "paleolago". En aquel lago primordial se acumularon poco a poco estratos sedimentarios, como resultado de la errosión pluvial de los montes circunvecinos. De este modo apareció el "Altiplano" boliviano a los 3.750 metros sobre el nivel del mar en medio de la Cordillera de los Andes.
Durante el período cuaternario, desde hace más de 26.000 años, cuando los glaciares habían empezado ya a derretirse paulatinamente, se formó de nuevo sobre esta alta planicie un sistema lacustre, alrededor del cual existían salinas. Esta era la forma primordial del lago Titicaca, que ya desde aquellos períodos remotos, reunía una gran variedad de de flora y fauna, como la totora y la llama, atrayendo así el interés de la gente antigua.
TITICACA:
El camión se encuentra ya en una elevación acantilada -raro espectáculo en esta tierra absolutamente plana, con todos las matices del ocre. Al fondo del horizonte, una mancha azul-cobalto empieza a distinguirse. ¡Es el Lago Titicaca!
Marco Antonio -mi acompañante boliviano en esta expedición -mestizo de segunda generación, de abuela aymara y abuelo español, me cuenta con su fuerte acento indígena, una leyenda de su gente, como un esfuerzo más del ser humano para darse a si mismo una explicación sobre los fenómenos naturales, y para mantener su trayectoria histórica de modo oral: "En aquellas épocas remotas y perdidas en la tiniebla del tiempo, las aguas del lago crecieron y hubo una llena, o sea que Titicaca se inundó. Resultó que las cultivaciones se desperdiciaron y las casas de adobe se disolvieron en barro aguado y suelto. El caos cubrió a la humanidad. La furia de las "huakas", los espíritus lacustres, y entre ellos el de "Qhönilla T´ijsi Wiraqöcha" -del Soberano de los Truenos y Relámpagos, la raíz de las cosas el Agua Sagrada- en forma de aguaceros agitaban por una temporada desmesurada las aldeas de los indios. De repente, uno de los hijos de Wiraqhocha, el renombrado "Tunupa" -Soberano Heróico del Fuego y de los Volcanes- atado por los pies y las manos dentro de una "balsa" -un botecito de la paja o caña conocida como "totora", se sublevó en contra de su padre y sus hermanos, por haberle encarcelado allá. Tras liberarse de sus amarras, viró su balsa rumbo a la orilla sur del lago, en dopnde su proa, golpeando con fuerza atávica las rocas, abrió entre ellas un cañón, y así el agua encontró su salida. A continuación, los hombres volvieron para crear aquí de nuevo su civilización.
Se trata, como todos entendemos, de una explicación mitológica de la historia geológica del Titicaca, según la cual, un diluvio derstruyó la cultura arcáica del lugar. Además, el propio nombre de esta región sureña de la parte boliviana, "Wiñaymarka", significa "Núcleo Urbano de la Eternidad", y declara el establecimiento del ser humano en estas latitudes, desde hace miles de años.
Estoy listo para subirme en una balsa, parecida a la del semi-dios Tunupa, para llegar a "Suriqui", una de sus 30 islas, después de atravesar una pequeña parte de los 8.300 kilómetros cuadrados del Titicaca.
En 1974 Jaques-Yves Cousteau había realizado aquí investigaciones tanto oceanográficas, como también arqueológicas. En su libro denominado "Galápagos- Titicaca, The Blue Holes" refiese que: "sería un caso fascinante llevar a cabo una excavación arqueológica en este sitio, pero para ese fin resultaría imprescindible utilizar unos accesorios mucho más potentes y complicados de los que disponemos. Deberíamos de absorber y elevar con tuberías especiales hasta la superficie todo el material del lecho lacustre, y examinarlo minuciosamente por todas sus inchas para estudiar los hallazgos, pero eso resulta prácticamente infactible por las dimensiones del Titicaca.
Es de sobra conocida la teoría que se ha formado tras los estudios contemporáneos de la antropología, y según Doig Kauffmann, los primeros habitantes de las Américas, sea los que posteriormente fundaron sus centros de alta civilización en México y Guatemala, sea los que establecieron sus imperios en el Perú o en Bolivia, o bien en el Chaco paraguayo, y se desarrollaron independientemente de toda influencia europea, como la imagen reversa del mundo occidental en un espejo, eran en su mayoría asiatas mongoloides, o pueblos marítimos malayo-polinesios, quienes, según estudios con C-14, llegaron gradualmente entre el 50.000 y el 8.000 a.C. (aproximadamente), un período que corresponde al Paleolítico Superior, el cual en Grecia se representa principalmente por el Hombre de la cueva de Petrálona de Calcídica. A pesar de eso, se han encontrado dispersos hallazgos de una antiguedad mucho más remota. Su llegada fue realizándose de dos distintas maneras: pasando por el estrecho de Bering, o cruzando el Océano Pacífico, desde Asia y Australia. Esas civilizaciones evolucionaron independientemente de toda influencia externa, y sobre todo europea. Pero, como ha dicho el director del Museo de Etnología en Munich, Alemania, Dr. Andrés Lommel, "es imposible trazar una línea concisa entre las culturas primitivas ya desaparecidas, y las que hasta hoy en día sobreviven en todos los continentes, excepto de Europa, puesto que las culturas contemporáneas son las herederas de las anteriores.
La proa de nuestra balsa de "totora" señala con insistencia uno de los picos que sobresalen del lago. Nos estamos acercando a la isla de "Suriqui". En el muelle improvisado se han reunido innumerables guaguas con fuertes rasgos de su lejana descendencia asiática en sus rostros. Su habla española me recuerda la de mis estudiantes del 1er año de la lengua, mientras que mi aymara les suena anticuado. Algunos de ellos quedan pasmados. Otros sonríen con vergüenza. Los más hábiles repiten lo que les digo en el idioma contemporáneo de la tribu, intentando así a enseñarme su evolución desde los tiempos preincaicos hasta hoy en día.
Su idioma, el "aymara", es hoy en día el segundo más importante en el área intermedia andina. La primera lengua más difundida es todavía el "quechua" familiar, el órgano oficial del imperio inca. Actualmente 1.500.000 de indígenas de los Andes hablan aymara. El 40% de la población boliviana es bilíngüe. El lenguage local ocupa hoy un pequeño lugar en la educación, la política y los medios de comunicación masiva. A pesar de eso, es el aymara un idioma socialmente devaluado. El estamento de la minoría blanca con fuerza económica utiliza exclusivamente el español. Merece también mención especial que apenas un 30% de los miembros de las comunidades indígenas pueden escribir en español, puesto que el aymara se basa en los símbolos internacionales de la lingüística. A pesar de eso, considero esa situación como un gran paso hacia el mantenimiento y el renacimiento de esa gente. Recuerdo, en la década de los ´80, cuando tenía mis primeros contactos con los pueblos amerindios, me resultaba difícil convencerlos que eran indígenas. Ellos insistían que eran simplemente bolivianos, aun cuando yo les decía que estimaba más las civilizaciones antiguas de los Andes.
Por el contrario, hoy, en la cultura diaria aymara domina una palabra compuesta: "Awatkipasipxañanakasatak", que como perífrasis llega a significar: "ser vigilantes para conservar nuestra integridad, y mantener los valores de nuestros antepasados en nuestra idiosincrasia, transmitiéndolos a las generaciones jóvenes de la cultura aymara." Quizás describan ambos casos el nacionalismo que domina en América Latina, pero, de todos modos, "το μη χείρον βέλτιστον" (entre las siniestralidades, la menor es la mejor).
Por entre la multitud distingo al viejo Illimachi -el balsero que trabaja la totora que sale por las orillas del lago. Me extraña que no está a su lado su hermano.
-"Murió[, me dice en su lengua llena de consonantes velares, que la hacen sonar más dura que la vida y la realidad. "Y yo tengo 90 años. Mis hijos y nietos prefieren vender barquitos -recuerdos a los turistas. La artesanía de la totora morirá conmigo."
Rumbo al regreso hacia el sitio arqueológico de Tiwanaku, pienso en las palabras del viejo indio. A pesar de todas las influencias que ha impuesto el escaso turismo, los aymaras del lago Titicaca siguen viviendo según dicta su civilización primordial. Llevan puestas "ruanas", otras con los colores del arco iris, y otras con matices terrenales. Los hombres llevan "ch´ullu"- el gorro de pirucho que cubre hasta las orejas, mientras que las cholitas mayorcitas tienen un sombrero de características varoniles, y cargan a sus hermanos menores en un "p´ullu" -un tipo de saco, hecho de manta multicolor, que cuelgan diagonal por sus hombros y espalda. Se dedicantodavía a la pesca y la ganadería, como lo demuestran los bajos relieves de Tiwanaku, y mantienen el sistema de autoadministración llamado "Ayllu", que existía desde la época preincaica. En las viviendas de los ayllu coexisten los símbolos de 2 religiones. En la pared cuelga una imagen de Jesús Cristo, conocido en la Iglesia Católica como "Corazón Sagrado", mientras que en un nicho se encuentra la estatua negra de "Pachamama" -la Madre Tierra. A su lado, un feto seco de llama, obtenido de un rito de adivinación por medio de los intestinos, espera pacientemente el momento oportuno para ofrecer sus cualidades mágicas. La mujer que va a suplicar su ayuda espiritual, deberá rezar en su idioma aymara, pronunciando palabras esparcidas en español -la lengua mística- a la "Pachamama", la "Madre Tierra". Inmediatamente va a "amarrar" la brujería con una mecha rojiza de lana de llama, alrededor de la estatua. Culminando el rito, se persinará, y enterrará el feto ante la puerta de casa que necesita embrujar. Así pues, partos, amores, muertes, cosechas y fortunas, todo se encaminará hacia lo funesto o lo bien deseado...
Marco Antonio, mi acompañante, me explica que ya por fin ha llegado el momento para que Bolivia se desarrolle. Pero, los problemas sociales y las supersticiones encuentran siempre suelo fértil, aun entre los estamentos altos.
Hoy, ya los jóvenes (o por lo menos los que no son puramente indígenas), han abandonado el "poncho", prefieren educarse y se orientan hacia empleos modernos. Afortunadamente, no escuchan sólo música "disco, rock, o rave", sino también la tradicional pentatónica con los elementos del hibridismo hispano-indígena. Dicha música se interpreta principalmente con instrumentos de viento, como la "zampoña", que imita la "wayra" (viento) de los Andes, y la "quena", hecha antiguamente de hueso de cóndor. Otros instrumentos musicales son de cuerda, como el posterior "charango" de la época colonial -una especie de guitarra hecha de la caparrazón de "armadillo", o como el "c´chullu-c´chullu", que se confecciona de pezuñas de llama o conchas, las cuales cuelgan por hilos como racimos.
Mediante sus versos bilíngües, los "huayños", se expresa la fuerza del ser humano que doma la dura naturaleza de las montañas, y su tristeza por la devastación de su cultura:
"Kanma kashanki llake t´ika jina. Mana qhikiy sappikikipis ratayta atinkichu."
"Eres como desdichada flor marchita, incapaz de sostenerte en tus propias raíces."
TIWANAKU:
Aquí en el Altiplano, el corazón pétreo de Bolivia, el paisaje es es ascético, infrahumano. Quizás nos recuerde, a algunos entre nosotros, las tierras de Castilla. A lo mejor dijera el literario castellano José Martínez Ruiz-Azorín: "...un silencio profundo reina en el llano; comienzan a aparecer a los lados del camino paredones derruidos. En lo hondo, a la derecha, se distingue una hermita ruinosa, negra, entre árboles escuálidos, negros, que salen por encima de largos tapiales caídos. Sentís que una inmensa sensación de soledad y de abandono os va sobrecogiendo. Hay algo en las proximidades de este pueblo que parece como una condensación, como una síntesis de toda la tristeza..."
El pueblo de "Tiahuanaco" aparece poco a poco en el horizonte ilimitado. Casas minúsculas. Memoria de cementerio.
El sitio arqueológico con el nombre raro, yergue ante nuestra presencia sus puertas. Existen más de 7 opiniones acerca de este topónimo. Primero, el Padre Baltazar de Salas sostuvo que esa palabra revela los 2 tesoros de los Andes bolivianos: el estaño (ti) y el camélide (guanaco). Otros eruditos proponen las interpretaciones de "orilla de río seco", "conglomeración de cavernas subterráneas y secas", "ciudad de los Hijos del Sol", o "lugar seco al borde del Mundo". Anellio Oliva creía que la denominación más antigua del sitio era "Chukara", es decir "ciudad de los colores con la casa del Sol". Otro nombre posible era el de "Taypiqhala", que significa "roca grande y central". Pues, se trata de los monumentos megalíticos más impresionantes de las Américas. Los indígenas actuales que habitan la región circunvecina, distinguen el nombre del pueblo de Tihuanacu, del antiguo Tiwanaku, y le atribuyen el sentido de: "lugar de instalación permanente de los pastores nómadas de camélides".
Hasta hoy no se ha comprobado ninguna respuesta a la pregunta acerca "quién creó esta Ciudad-Santuario". Hugo Boero Rojo -profesor boliviano en la Universidad de San Andrés de La Paz, refiere que las investigaciones se encaminan hacia las etnias de los Qhollas, quienes desde la antigüedadhasta hoy en día se vinculan íntimamente con la geología del Altiplano boliviano y con las influencias sdel lago Titicaca, desde su forma primordial, hasta la actual. En el Templete Semisubterráneo de Tiwanaku observamos una serie de cabezas-clavas de piedra, adaptadas sobre el muro. Cada una de ellas tiene distintas características, un hecho que declara que varias etnias se habían reunido aquí para fundar este núcleo común. Entre ellos, los "chiripa" eran los que influyeron decisivamente aquella civilización recién nacida. El conocimiento de la cerámica, la metalurgia y la elaboración de la piedra eran las características principales de aquella sociedad.
Los "amauta" -los sabios de la etnia, habían escogido el sitio de fundación de Tiwanaku, según su orientación hacia las estrellas, y especialmente hacia la Cruz del Sur, cuyo símbolo se encuentra en la Puerta del Sol, uno de los monumentos más esenciales de la ciudad. Es importante mencionar que cuando esa metrópoli fue fundada, las estrellas ocupaban diferentes puestos en el firmamento. Así, un posible método de cronología arqueológica es el estudio del ángulo de divergencia de los monumentos, en comparación con la correspondiente posición de la estrella -divinamente conectada con ellos, durante el período de su construcción.
Según los investigadores de la Institución Nacional de Arqueología Boliviana (INAB), existen 3 fases o niveles culturales que cubren los 5 períodos de la evolución de Tiwanaku.
El método de radiocronología ha demostrado que los comienzos del sitio arqueológico Tiwanaku se hallan alrededor del año 1580 a.C. (+- 120 años), o sea durante el período mesocicládico o neo-palacial de la Creta minoica y consecuentemente coincide aproximadamente con el nivel VI de Troya -para atrevernos a trazar comparaciones. De aquel primer período se han encontrado solamente pocos restos, y especialmente unas canteras de monolitos en los alrededores. De todos modos, ya Tiwanaku ya estaba arruinado cuando -en el siglo XV d.C.- los Incas conquistaron esta región, habitada desde aquel entonces hasta hoy continuamente por el pueblo aymara.
Deshecho por el "sorojche" de la altitud, que impone dificultad de respirar por la escasez del oxígeno en la atmósfera, lentitud de movilidad y somnolencia, me encuentro en medio de la inmensidad del semi-desierto boliviano, y con pasos que dan la sensación de astronauta, estoy tratando de caminar sobre la correa de transmisión del horizonte, sobre la cual aparecen -uno tras otro- Templetes Semisubterráneos y Estelas Monolíticas, Puertas del Sol y Pirámides de gradas y Murallas largas, todo colocado en perspectiva absoluta. Es un mundo tridimensional, repleto de colores intensos y esquemas geométricos, arcaicos y vanguardistas al mismo tiempo, que solitarios pero todavía de pie, buscan en la Historia su propio Salvador Dalí.
"Kalasasaya" 'el Templo de la Piedra Erecta", dedicado al dios Sol "Villka-Inti", fue fundado de acuerdo a cálculos astronómicos: en este edificio sagrado, durante ambos equinoccios, es decir en el de otoño -que comienza el 21 de marzo, y en el de primavera -que comienza el 21 de septiembre, el sol amanece exactamente en el centro de la puerta principal, la cual se define por un monolito antropómorfo. Durante el solsticio invernal (21 de junio), el sol amanece por la esquina noreste de las murallas, mientras que en el solsticio veraniego (21 de diciembre) amanece por la esquina sureste, iluminando siempre el monolito antes referido. Los sacerdotes-astrónomos de Tiwanaku habían calculado el año con 365,24 días.
En el muro norte del templo, el "caracol", o sea, una piedra con un orificio esculpido, se usaba como amplificador de sonido. El sacerdote que estaba en el templo, susurraba sus oraciones, mientras que los fieles por fuera, lo escuchaban todo claramente, con sólo acercar su oído en la apertura artificial del muro. Este maravilloso sistema acústico de la antigüedad, funciona perfectamente hasta hoy en día.
Es sumamente importante que todos los edificios de Tiwanaku se realizaban primeramente en unas maquetas (modelos) de piedra, a base de las cuales se erguían las construcciones antisísmicas. La adaptación perfecta de los bloques basálticos es la característica principal de la arquitectura indígena andina. La edificación de pilares, que pesan hasta 100 toneladas, se lograba mediante unos sistemas de palancas y contrafuertes o rampas de tierra.
Frente al templo de "Q´alasasaya" está situado el Templete Semisubterráneo del período III (200 a.C.-600 d.C.), construído -como todos los edificios de esta ciudad, sobre los fundamentos de otras construcciones más remotas. Esta costumbre arquitectónica se encuentra con mayor frecuencia en la civilización de los mayas. En sus muros, la mayoría de las cabezas de piedra, que representan a las tribus fundadoras, están hoy destrozadas. En una de ellas, se distingue una pequeña cavidad, la cual simboliza una operación quirúrgica muy delicada, que hoy en día es conocida por el término de "trepanación". La investigación antropológica ha comprobado que observando un cráneo antiguo, uno se puede dar cuenta del resultado operatorio: si en el borde de la apertura del hueso existe calcio acumulado, eso indica que el paciente había sobrevivido, ya que sólo un organismo vivo podría producirlo. La causa principal de esa cirujía era la costumbre de la deformación craneana que lograban los chamanes (curanderos-sacerdotes) "umajampiri" en quechua, o "yatiri" en aymara, colocando dos placas de madera en la frente y en la parte trasera del cráneo de los niños en lactancia.
Ese ritual, que también se encuentra en la antigua civilización mesoamericana de los "olmecas", tenía el fin tanto de aplicar una distincción social entre las clases dirigientes y los plebeyos, como también para fijar la clave de la belleza clásica. Dicha "dolicocefalia" artificial provocaba distorsiones en la presión sanguínea, las cuales se aliviaban con el método de la trepanación. En muchos museos se exponen cráneos precolombinos que han sufrido tales operaciones. En el territorio helénico, esa cirugía era conocida en Micenas antigua.
Detrás de esos dos templos que componen la fachada del Santuario de Tiwanaku, se encuentran las decenas de piezas del rompecabezas de una ciudad entera, disparcidos por las 600 ectáreas de la superficie trapezoide del sitio arqueológicom, el cual W. C. Bennet suponía que se había construído gradualmente con la contribución de miles de peregrinos.
En el período del nacimiento de Jesús Cristo, la Tiwanaku teocrática, la ciudad-estado de los 100.000 habitantes, era una de las mayores del mundo, si la comparásemos con aquellas de Europa y del Oriente Medio. Constituía un centro de peregrinaje religioso, de significado análogo con el de la Meca islámica, y reunía a fieles de todos los departamentos administrativos del país, o hasta de países vecinos. Del año 200 a.C., al 900 d.C., la metrópoli de Tiwanaku funda colonias por toda la extensión andina, llegando hasta los límites de las regiones tropicales de la Amazonía. Pero, no se ha aprobado todavía si este expansionismo se logró por medios militares, o con asimilación religiosa de las etnias anexionadas. Esas regiones se unieron con la metrópoli mediante un sistema federal político-religioso, correspondiente a las coaliciones de tipo occidental y moderno.
Las casas de esta ciudad se han destruido por completo. Algunos hallazgos en cerámica llevan dibujos de viviendas tanto a base de rectángulo, paredes de adobe y techo de dos aguas, como también a base circular, con techumbre cónica.
La influencia de Tiwanaku por toda la zona andina era principalmente religiosa. Los símbolos de la fe al Sol se encuentran sobre todo en las estelas monolíticas que decoraban el Santuario, y están en varios sitios: en el Templete Semisubterráneo, la "Q´alasasaya", y en otros lugares disparcidos. Aunque todos esos ídolos se parecen entre si, presentan enormes diferencias. La estela-monolito de Bennet-Pachamama, dedicada a la Madre Tierra, está lindamente decorada con soles coronados con sus mismos rayos, pumas, águilas, cóndores, motivos antropómorfos con alas, y esquemas geométricos de gradas. Al contrario, el ídolo del barbudo Qhonilla T´ijsi Wiraqhocha -el Soberano del Relámpago y del Trueno, quien surgió de las aguas sagradas del Titicaca, y creó la vida sobre la Tierra- se compone de líneas simples, casi naïf, y dispone de menos motivos, enfocados en las serpientes y los felinos. El monolito del "Fraile" -como equivocadamente lo denominaron los conquistadores españoles para utilizarlo como medio de evangelización, lleva un cinturón decorado con cangrejos, encaminándonos así hacia el pensamiento que Tiwanaku mantenía vínculos culturales con los pueblos de las costas sudamericanas del Pacífico.
Muchas de esas estelas monolíticas, como la Puerta del Sol ("Inti Punku"), se han trasladado después de cálculos equivocados de algunos arqueólogos. Esta puerta sagrada, dedicada al dios Sol, es uno de los monumentos más famosos de Tiwanaku. Su tamaño, que no es monumental, no nos impresiona tanto, como lo hacen los motivos en bajo relieve que están expuestos en su dintel. En la parte superior, la figura antropómorfa del Sol con las representaciones zoomorfas clasificadas en forma radial alrededor de su cabeza, está sobre un pedestal de gradas -el símbolo de la ciudad- y lleva en sus manos dos esceptros con cabezas de cóndor. En la parte inferior del dintel, los símbolos se repiten en tamaño menor, y expuerstos en línea horizontal. Los dos lados rectangulares, a la izquierda y a la derecha de la figura solar, están cubiertos con "Pakahaques" -Hombres con Cabeza de Aguila, que llevan esceptros con cabezas dobles del pez carachi, que vive en el Titicaca.
Todas las superficies relieves, estaban chapadas, o sea cubiertas de hoja de plata elaborada al martilleo. Así, la frotación de los granos de arena, trasladados por los fuertes vientos altiplánicos, no maltrataba la escultura en bajo relieve de los edificios. Además, de esa manera, los edificios plateados brillaban emitiendo una aureola extraterrestre, sobre el fondo "lapis lázuli" del cielo.
Se cree que la ubicación original de la Puerta del Sol estaba sobre la pirámide de gradas llamada "Akapana", donde había un hermoso edificio.
La "Akapana" está hoy cubierta de tierra, de modo que a lo lejos parece una colina natural. Hasta nuestros tiempos, sólo una pequeña parte de ella se ha excavado y nos permite distinguir sus enormes peldaños, gradas y niveles que posiblemente nos recordarán la pirámide-"mastaba" del sitio arqueológico de "Sáqqara", en Egipto.
Observando mejor la tierra que cubre el monumento, veo que está llena de pequeñas piedras azuleadas. Marco Antonio me explica que la decadencia de la cultura tiwanacota sigue constituyendo un misterio arqueológico. La probabilidad de una derrota bélica parece excluida, ya que los edificios no presentan daños. Según Arturo Poznanski, los cambios climatológicos alrededor del año 1250 d.C. conllevaron a la gente a la desnutrición y a las pestes. Es casi seguro que antes de abandonar este lugar, los tiwanacotas "enterraron" sus monumentos con tierra, la cual llevaron hasta aquí desde las montañas circumvecinas. ¿Querían, acaso, mantenerlos, para que algún día regresaran sus descendientes, o sus mismos "dioses"? ¿O era, quizás, esa última creación maravillosa, el vasto "osario" de su civilización?
Se aprueba arqueológicamente que los habitantes de la Ciudad Sagrada de Tiwanaku, tras dirigirse hacia el noroeste, con rumbo a "Ayacucho" del actual Perú, se establecieron en la región de "Huari", en donde los pueblos costeros del Pacífico se reunieron posteriormente para crear un gran imperio militar. La cultura de Huari apareció como un centro donde los pueblos de la vertiente pacífica adoptaron las artes tiwanacotas en una versión provincial.
EPILOGO:
Ya ha empezado a oscurecer. El frío es impresionante. Me siento escalofríos por el agotamiento físico, mientras que a la vez mi cara arde por el sol tajante de las alturas bolivianas. Lo único que deseo ahora, es regresar a La Paz, aunque sea en aquel camión decrépito de madera. Veo a Marco Antonio llegando con dos tazas de café latinoamericano y humeante, que se lo ha dado el guarda del sitio arqueológico. En este momento, lo considero como un regalo divino. En el bus, me envuelvo con tedio en la "chompa" de "alpaca", y me acuesto en el asiento trasero. Al lado de la luna de 24 días se distinguen los colores imperceptibles de un satélite. Mañana, a las 8:30 de la mañana, me espera un vuelo para Santiago de Chile. . . .
AYLLU:
El núcleo social más fundamental en los Andes centrales ha sido y sigue siendo desde tiempos muy remotos hasta en nuestra era, el "ayllu", que es el grupo de personas que disponen de una raíz común, y se organizan alrededor de un líder, llamado "jilakatha", quien no es otro que el miembro más anciano de la familia. El hijo primogénito no hereda el ayllu. Al contrario, tiene la obligación de crear otro.
Algunos estudiosos, como Bautista Saavedra, creen que ya desde antes del período incaico, (s. XIII d.C.), el Ayllu se sostuvo en unas bases raligiosas que unías los miembros de la comunidad. Esas familias tenían sus propias divinidades protectoras que pertenecían al Panteón común, o sea, algo semejante a los nombres que se atribuyen a la Virgen de los cristinanos. Inca Garcilaso de la Vega menciona que muchos pueblos indígenas del Altiplano andino creían que provenían de varios animales sagrados, como el cóndor, el puma, la serpiente, y otros, que les obsequiaba con su ferocidad, astucia, resistencia, agilidad y velocidad esos símbolos derivan de las representaciones totémicas de las regiones indígenas del Canadá. Con el paso del tiempo, se convirtieron en emblemas de las tribus.Desde la época de la conquista hispánica (s. XVI d.C.), los Ayllus aceptaron la religión cristiana, manteniendo a la vez los mitos, las tradiciones y las leyes orales de su sociedad. Hoy, los Ayllus se defienden detrás de su difícil acceso por los extranjeros, y son lugares de alta seguriadad. En estas pequeñas comunidades casi no existe criminalidad. Una de las leyes orales dicta que si un miembro de la comunidad roba, se tiene que ejecutar por la totalidad de los miembros del pueblo.
En regiones que sufren escasez de agua, los ayllus se agrupan formando "markas", término que significa "pueblo grande", "urbanización", y por excelencia "patria", con el fin de mantener intactas sus costumbres familiares y las tradicionesa dentro de cada Ayllu. Los aymaras denominan este sistema administrativo "Jatha", que significa: "semilla, germen, semen, familia y casta". Eso constituía en la antigüedad la molécula primordial para la evolución de las ciudades como Tiwanaku. Hasta hoy, los ayllus poseen las tierras cultivadas, por las cuales no pagan impuestos. Los habitantes de esos pueblos -por lo general- no se dejan contaminar por la civilización occidental.
Por las orillas del lago Titicaca, el más elevado del mundo, los actuales indígenas aymará sobreviven en las huellas de la civilización ancestral del Altiplano de los Andes.
Un poco más allá, la Ciudasd-Santuario de Tiwanaku, orientada hacia los astros, expresa con su arte vanguardista los mitos religiosos y la historia política del lugar. Es el guardián misterioso de la idiosincracia de la civilización sudamericana que nació aquí desde hace 3.500 años.
PROLOGO
En las alturas del hemisferio sur, nosotros los viajeros, realizamos a veces que algunos de nuestros sentidos ya no están prontos a catar, mientras adquirimos otros, nuevos e intensos, que de cierto modo nos convierten en caminantes en la trayectoria histórica de la mentalidad cultural de los pueblos. Todas las cosas aquí, en América Latina, se mueven en un ritmo obviamente más lento.
Echo por una vez más una mirada a mi reloj: son las 5:00 -apenas media hora antes del amanecer. El volumen denso de los Andes se mezcla con el horizonte oscuro, de manera que no puedo distinguir cuáles de los infinitos puntos brillantes son estrellas, y cuáles son luces de los miles de tugurios que se encuentran por las laderas de las montañas que rodean la cuenca de "Chukuayo Marka" (La Paz). Por una vez más, me encuentro en América del Sur -la bendita, como diría el nobelista Miguel Angel Asturias, y la observo mientras se está despertando.
En el camión de madera -reminiscencia de la década de los ´60, que nos trasladaría desde la capital del "Qhollasuyo" (Bolivia), hasta la frontera peruana, trato de ignorar el frío impresionante, y pienso en este "continente doble", el milenario y a la vez juvenil, la América de los indígenas y de los europeos, pero -sobre todo- la de los mestizos. Es una fuerte experiencia estar en este escenario teatral al aire libre, donde millones de gente esfuerzan a sobrevivir desde aquel entonces que habían cruzado como novatos el estrecho de Bering para crear aquí civilizaciones diacrónicas, como la de "Tiwanaku".
Ya son las 5:30 y el sol ha tejido su "rosada cintita" sobre el "Inti Illimañi" -el pico sacro de los Andes bolivianos. Es esta misma cinta que las cholas tejen en sus polleras, y que la cantan con las "zampoñas" -el instrumento musical que es parecido a la flauta del dios griego llamado "Panas".
Estamos a sólo 11 kilómetros de La Paz, pero tan lejos dentro de las eras geológicas. Ya hemos llegado al "Valle de la Luna", donde la corroción eólica ha llegado a formar minúsculos cañones y picos altos, delgados y puntiagudos, como pináculos de catedrales góticas.
Nuestro pequeño bus de madera ya está atravesando las altas planicies andinas, vastas y solitarias. Es preferible visitar primero el lago "Titicaca". Su evolución geológica ha influenciado en parte la cultura Tiwanaku.
Es un museo geológico al aire libre, que nos guía por los períodos de la formación terrestre. A finales de la era jurásica del período mesozoico, desde hace 135 millones de años, el subcontinente sudamericano de despegó de Godwana, y comenzó un viaje lento hacia el Occidente.
Según el geólogo Federico E. Ahlfeld, a comienzos del período terciario -hace más de 65 millones de años- se formó la Cordillera de los Andes, a una altitud de 12.000 metros. Más tarde, la corrosión eólica y acuática la disminuyeron a los 7.000 m.s.n.m. Una cuenca que entonces correspondía con la extensión de la actual Bolivia del Noroeste, recibió una gran cantidad de agua, creando así un "paleolago". En aquel lago primordial se acumularon poco a poco estratos sedimentarios, como resultado de la errosión pluvial de los montes circunvecinos. De este modo apareció el "Altiplano" boliviano a los 3.750 metros sobre el nivel del mar en medio de la Cordillera de los Andes.
Durante el período cuaternario, desde hace más de 26.000 años, cuando los glaciares habían empezado ya a derretirse paulatinamente, se formó de nuevo sobre esta alta planicie un sistema lacustre, alrededor del cual existían salinas. Esta era la forma primordial del lago Titicaca, que ya desde aquellos períodos remotos, reunía una gran variedad de de flora y fauna, como la totora y la llama, atrayendo así el interés de la gente antigua.
TITICACA:
El camión se encuentra ya en una elevación acantilada -raro espectáculo en esta tierra absolutamente plana, con todos las matices del ocre. Al fondo del horizonte, una mancha azul-cobalto empieza a distinguirse. ¡Es el Lago Titicaca!
Marco Antonio -mi acompañante boliviano en esta expedición -mestizo de segunda generación, de abuela aymara y abuelo español, me cuenta con su fuerte acento indígena, una leyenda de su gente, como un esfuerzo más del ser humano para darse a si mismo una explicación sobre los fenómenos naturales, y para mantener su trayectoria histórica de modo oral: "En aquellas épocas remotas y perdidas en la tiniebla del tiempo, las aguas del lago crecieron y hubo una llena, o sea que Titicaca se inundó. Resultó que las cultivaciones se desperdiciaron y las casas de adobe se disolvieron en barro aguado y suelto. El caos cubrió a la humanidad. La furia de las "huakas", los espíritus lacustres, y entre ellos el de "Qhönilla T´ijsi Wiraqöcha" -del Soberano de los Truenos y Relámpagos, la raíz de las cosas el Agua Sagrada- en forma de aguaceros agitaban por una temporada desmesurada las aldeas de los indios. De repente, uno de los hijos de Wiraqhocha, el renombrado "Tunupa" -Soberano Heróico del Fuego y de los Volcanes- atado por los pies y las manos dentro de una "balsa" -un botecito de la paja o caña conocida como "totora", se sublevó en contra de su padre y sus hermanos, por haberle encarcelado allá. Tras liberarse de sus amarras, viró su balsa rumbo a la orilla sur del lago, en dopnde su proa, golpeando con fuerza atávica las rocas, abrió entre ellas un cañón, y así el agua encontró su salida. A continuación, los hombres volvieron para crear aquí de nuevo su civilización.
Se trata, como todos entendemos, de una explicación mitológica de la historia geológica del Titicaca, según la cual, un diluvio derstruyó la cultura arcáica del lugar. Además, el propio nombre de esta región sureña de la parte boliviana, "Wiñaymarka", significa "Núcleo Urbano de la Eternidad", y declara el establecimiento del ser humano en estas latitudes, desde hace miles de años.
Estoy listo para subirme en una balsa, parecida a la del semi-dios Tunupa, para llegar a "Suriqui", una de sus 30 islas, después de atravesar una pequeña parte de los 8.300 kilómetros cuadrados del Titicaca.
En 1974 Jaques-Yves Cousteau había realizado aquí investigaciones tanto oceanográficas, como también arqueológicas. En su libro denominado "Galápagos- Titicaca, The Blue Holes" refiese que: "sería un caso fascinante llevar a cabo una excavación arqueológica en este sitio, pero para ese fin resultaría imprescindible utilizar unos accesorios mucho más potentes y complicados de los que disponemos. Deberíamos de absorber y elevar con tuberías especiales hasta la superficie todo el material del lecho lacustre, y examinarlo minuciosamente por todas sus inchas para estudiar los hallazgos, pero eso resulta prácticamente infactible por las dimensiones del Titicaca.
Es de sobra conocida la teoría que se ha formado tras los estudios contemporáneos de la antropología, y según Doig Kauffmann, los primeros habitantes de las Américas, sea los que posteriormente fundaron sus centros de alta civilización en México y Guatemala, sea los que establecieron sus imperios en el Perú o en Bolivia, o bien en el Chaco paraguayo, y se desarrollaron independientemente de toda influencia europea, como la imagen reversa del mundo occidental en un espejo, eran en su mayoría asiatas mongoloides, o pueblos marítimos malayo-polinesios, quienes, según estudios con C-14, llegaron gradualmente entre el 50.000 y el 8.000 a.C. (aproximadamente), un período que corresponde al Paleolítico Superior, el cual en Grecia se representa principalmente por el Hombre de la cueva de Petrálona de Calcídica. A pesar de eso, se han encontrado dispersos hallazgos de una antiguedad mucho más remota. Su llegada fue realizándose de dos distintas maneras: pasando por el estrecho de Bering, o cruzando el Océano Pacífico, desde Asia y Australia. Esas civilizaciones evolucionaron independientemente de toda influencia externa, y sobre todo europea. Pero, como ha dicho el director del Museo de Etnología en Munich, Alemania, Dr. Andrés Lommel, "es imposible trazar una línea concisa entre las culturas primitivas ya desaparecidas, y las que hasta hoy en día sobreviven en todos los continentes, excepto de Europa, puesto que las culturas contemporáneas son las herederas de las anteriores.
La proa de nuestra balsa de "totora" señala con insistencia uno de los picos que sobresalen del lago. Nos estamos acercando a la isla de "Suriqui". En el muelle improvisado se han reunido innumerables guaguas con fuertes rasgos de su lejana descendencia asiática en sus rostros. Su habla española me recuerda la de mis estudiantes del 1er año de la lengua, mientras que mi aymara les suena anticuado. Algunos de ellos quedan pasmados. Otros sonríen con vergüenza. Los más hábiles repiten lo que les digo en el idioma contemporáneo de la tribu, intentando así a enseñarme su evolución desde los tiempos preincaicos hasta hoy en día.
Su idioma, el "aymara", es hoy en día el segundo más importante en el área intermedia andina. La primera lengua más difundida es todavía el "quechua" familiar, el órgano oficial del imperio inca. Actualmente 1.500.000 de indígenas de los Andes hablan aymara. El 40% de la población boliviana es bilíngüe. El lenguage local ocupa hoy un pequeño lugar en la educación, la política y los medios de comunicación masiva. A pesar de eso, es el aymara un idioma socialmente devaluado. El estamento de la minoría blanca con fuerza económica utiliza exclusivamente el español. Merece también mención especial que apenas un 30% de los miembros de las comunidades indígenas pueden escribir en español, puesto que el aymara se basa en los símbolos internacionales de la lingüística. A pesar de eso, considero esa situación como un gran paso hacia el mantenimiento y el renacimiento de esa gente. Recuerdo, en la década de los ´80, cuando tenía mis primeros contactos con los pueblos amerindios, me resultaba difícil convencerlos que eran indígenas. Ellos insistían que eran simplemente bolivianos, aun cuando yo les decía que estimaba más las civilizaciones antiguas de los Andes.
Por el contrario, hoy, en la cultura diaria aymara domina una palabra compuesta: "Awatkipasipxañanakasatak", que como perífrasis llega a significar: "ser vigilantes para conservar nuestra integridad, y mantener los valores de nuestros antepasados en nuestra idiosincrasia, transmitiéndolos a las generaciones jóvenes de la cultura aymara." Quizás describan ambos casos el nacionalismo que domina en América Latina, pero, de todos modos, "το μη χείρον βέλτιστον" (entre las siniestralidades, la menor es la mejor).
Por entre la multitud distingo al viejo Illimachi -el balsero que trabaja la totora que sale por las orillas del lago. Me extraña que no está a su lado su hermano.
-"Murió[, me dice en su lengua llena de consonantes velares, que la hacen sonar más dura que la vida y la realidad. "Y yo tengo 90 años. Mis hijos y nietos prefieren vender barquitos -recuerdos a los turistas. La artesanía de la totora morirá conmigo."
Rumbo al regreso hacia el sitio arqueológico de Tiwanaku, pienso en las palabras del viejo indio. A pesar de todas las influencias que ha impuesto el escaso turismo, los aymaras del lago Titicaca siguen viviendo según dicta su civilización primordial. Llevan puestas "ruanas", otras con los colores del arco iris, y otras con matices terrenales. Los hombres llevan "ch´ullu"- el gorro de pirucho que cubre hasta las orejas, mientras que las cholitas mayorcitas tienen un sombrero de características varoniles, y cargan a sus hermanos menores en un "p´ullu" -un tipo de saco, hecho de manta multicolor, que cuelgan diagonal por sus hombros y espalda. Se dedicantodavía a la pesca y la ganadería, como lo demuestran los bajos relieves de Tiwanaku, y mantienen el sistema de autoadministración llamado "Ayllu", que existía desde la época preincaica. En las viviendas de los ayllu coexisten los símbolos de 2 religiones. En la pared cuelga una imagen de Jesús Cristo, conocido en la Iglesia Católica como "Corazón Sagrado", mientras que en un nicho se encuentra la estatua negra de "Pachamama" -la Madre Tierra. A su lado, un feto seco de llama, obtenido de un rito de adivinación por medio de los intestinos, espera pacientemente el momento oportuno para ofrecer sus cualidades mágicas. La mujer que va a suplicar su ayuda espiritual, deberá rezar en su idioma aymara, pronunciando palabras esparcidas en español -la lengua mística- a la "Pachamama", la "Madre Tierra". Inmediatamente va a "amarrar" la brujería con una mecha rojiza de lana de llama, alrededor de la estatua. Culminando el rito, se persinará, y enterrará el feto ante la puerta de casa que necesita embrujar. Así pues, partos, amores, muertes, cosechas y fortunas, todo se encaminará hacia lo funesto o lo bien deseado...
Marco Antonio, mi acompañante, me explica que ya por fin ha llegado el momento para que Bolivia se desarrolle. Pero, los problemas sociales y las supersticiones encuentran siempre suelo fértil, aun entre los estamentos altos.
Hoy, ya los jóvenes (o por lo menos los que no son puramente indígenas), han abandonado el "poncho", prefieren educarse y se orientan hacia empleos modernos. Afortunadamente, no escuchan sólo música "disco, rock, o rave", sino también la tradicional pentatónica con los elementos del hibridismo hispano-indígena. Dicha música se interpreta principalmente con instrumentos de viento, como la "zampoña", que imita la "wayra" (viento) de los Andes, y la "quena", hecha antiguamente de hueso de cóndor. Otros instrumentos musicales son de cuerda, como el posterior "charango" de la época colonial -una especie de guitarra hecha de la caparrazón de "armadillo", o como el "c´chullu-c´chullu", que se confecciona de pezuñas de llama o conchas, las cuales cuelgan por hilos como racimos.
Mediante sus versos bilíngües, los "huayños", se expresa la fuerza del ser humano que doma la dura naturaleza de las montañas, y su tristeza por la devastación de su cultura:
"Kanma kashanki llake t´ika jina. Mana qhikiy sappikikipis ratayta atinkichu."
"Eres como desdichada flor marchita, incapaz de sostenerte en tus propias raíces."
TIWANAKU:
Aquí en el Altiplano, el corazón pétreo de Bolivia, el paisaje es es ascético, infrahumano. Quizás nos recuerde, a algunos entre nosotros, las tierras de Castilla. A lo mejor dijera el literario castellano José Martínez Ruiz-Azorín: "...un silencio profundo reina en el llano; comienzan a aparecer a los lados del camino paredones derruidos. En lo hondo, a la derecha, se distingue una hermita ruinosa, negra, entre árboles escuálidos, negros, que salen por encima de largos tapiales caídos. Sentís que una inmensa sensación de soledad y de abandono os va sobrecogiendo. Hay algo en las proximidades de este pueblo que parece como una condensación, como una síntesis de toda la tristeza..."
El pueblo de "Tiahuanaco" aparece poco a poco en el horizonte ilimitado. Casas minúsculas. Memoria de cementerio.
El sitio arqueológico con el nombre raro, yergue ante nuestra presencia sus puertas. Existen más de 7 opiniones acerca de este topónimo. Primero, el Padre Baltazar de Salas sostuvo que esa palabra revela los 2 tesoros de los Andes bolivianos: el estaño (ti) y el camélide (guanaco). Otros eruditos proponen las interpretaciones de "orilla de río seco", "conglomeración de cavernas subterráneas y secas", "ciudad de los Hijos del Sol", o "lugar seco al borde del Mundo". Anellio Oliva creía que la denominación más antigua del sitio era "Chukara", es decir "ciudad de los colores con la casa del Sol". Otro nombre posible era el de "Taypiqhala", que significa "roca grande y central". Pues, se trata de los monumentos megalíticos más impresionantes de las Américas. Los indígenas actuales que habitan la región circunvecina, distinguen el nombre del pueblo de Tihuanacu, del antiguo Tiwanaku, y le atribuyen el sentido de: "lugar de instalación permanente de los pastores nómadas de camélides".
Hasta hoy no se ha comprobado ninguna respuesta a la pregunta acerca "quién creó esta Ciudad-Santuario". Hugo Boero Rojo -profesor boliviano en la Universidad de San Andrés de La Paz, refiere que las investigaciones se encaminan hacia las etnias de los Qhollas, quienes desde la antigüedadhasta hoy en día se vinculan íntimamente con la geología del Altiplano boliviano y con las influencias sdel lago Titicaca, desde su forma primordial, hasta la actual. En el Templete Semisubterráneo de Tiwanaku observamos una serie de cabezas-clavas de piedra, adaptadas sobre el muro. Cada una de ellas tiene distintas características, un hecho que declara que varias etnias se habían reunido aquí para fundar este núcleo común. Entre ellos, los "chiripa" eran los que influyeron decisivamente aquella civilización recién nacida. El conocimiento de la cerámica, la metalurgia y la elaboración de la piedra eran las características principales de aquella sociedad.
Los "amauta" -los sabios de la etnia, habían escogido el sitio de fundación de Tiwanaku, según su orientación hacia las estrellas, y especialmente hacia la Cruz del Sur, cuyo símbolo se encuentra en la Puerta del Sol, uno de los monumentos más esenciales de la ciudad. Es importante mencionar que cuando esa metrópoli fue fundada, las estrellas ocupaban diferentes puestos en el firmamento. Así, un posible método de cronología arqueológica es el estudio del ángulo de divergencia de los monumentos, en comparación con la correspondiente posición de la estrella -divinamente conectada con ellos, durante el período de su construcción.
Según los investigadores de la Institución Nacional de Arqueología Boliviana (INAB), existen 3 fases o niveles culturales que cubren los 5 períodos de la evolución de Tiwanaku.
El método de radiocronología ha demostrado que los comienzos del sitio arqueológico Tiwanaku se hallan alrededor del año 1580 a.C. (+- 120 años), o sea durante el período mesocicládico o neo-palacial de la Creta minoica y consecuentemente coincide aproximadamente con el nivel VI de Troya -para atrevernos a trazar comparaciones. De aquel primer período se han encontrado solamente pocos restos, y especialmente unas canteras de monolitos en los alrededores. De todos modos, ya Tiwanaku ya estaba arruinado cuando -en el siglo XV d.C.- los Incas conquistaron esta región, habitada desde aquel entonces hasta hoy continuamente por el pueblo aymara.
Deshecho por el "sorojche" de la altitud, que impone dificultad de respirar por la escasez del oxígeno en la atmósfera, lentitud de movilidad y somnolencia, me encuentro en medio de la inmensidad del semi-desierto boliviano, y con pasos que dan la sensación de astronauta, estoy tratando de caminar sobre la correa de transmisión del horizonte, sobre la cual aparecen -uno tras otro- Templetes Semisubterráneos y Estelas Monolíticas, Puertas del Sol y Pirámides de gradas y Murallas largas, todo colocado en perspectiva absoluta. Es un mundo tridimensional, repleto de colores intensos y esquemas geométricos, arcaicos y vanguardistas al mismo tiempo, que solitarios pero todavía de pie, buscan en la Historia su propio Salvador Dalí.
"Kalasasaya" 'el Templo de la Piedra Erecta", dedicado al dios Sol "Villka-Inti", fue fundado de acuerdo a cálculos astronómicos: en este edificio sagrado, durante ambos equinoccios, es decir en el de otoño -que comienza el 21 de marzo, y en el de primavera -que comienza el 21 de septiembre, el sol amanece exactamente en el centro de la puerta principal, la cual se define por un monolito antropómorfo. Durante el solsticio invernal (21 de junio), el sol amanece por la esquina noreste de las murallas, mientras que en el solsticio veraniego (21 de diciembre) amanece por la esquina sureste, iluminando siempre el monolito antes referido. Los sacerdotes-astrónomos de Tiwanaku habían calculado el año con 365,24 días.
En el muro norte del templo, el "caracol", o sea, una piedra con un orificio esculpido, se usaba como amplificador de sonido. El sacerdote que estaba en el templo, susurraba sus oraciones, mientras que los fieles por fuera, lo escuchaban todo claramente, con sólo acercar su oído en la apertura artificial del muro. Este maravilloso sistema acústico de la antigüedad, funciona perfectamente hasta hoy en día.
Es sumamente importante que todos los edificios de Tiwanaku se realizaban primeramente en unas maquetas (modelos) de piedra, a base de las cuales se erguían las construcciones antisísmicas. La adaptación perfecta de los bloques basálticos es la característica principal de la arquitectura indígena andina. La edificación de pilares, que pesan hasta 100 toneladas, se lograba mediante unos sistemas de palancas y contrafuertes o rampas de tierra.
Frente al templo de "Q´alasasaya" está situado el Templete Semisubterráneo del período III (200 a.C.-600 d.C.), construído -como todos los edificios de esta ciudad, sobre los fundamentos de otras construcciones más remotas. Esta costumbre arquitectónica se encuentra con mayor frecuencia en la civilización de los mayas. En sus muros, la mayoría de las cabezas de piedra, que representan a las tribus fundadoras, están hoy destrozadas. En una de ellas, se distingue una pequeña cavidad, la cual simboliza una operación quirúrgica muy delicada, que hoy en día es conocida por el término de "trepanación". La investigación antropológica ha comprobado que observando un cráneo antiguo, uno se puede dar cuenta del resultado operatorio: si en el borde de la apertura del hueso existe calcio acumulado, eso indica que el paciente había sobrevivido, ya que sólo un organismo vivo podría producirlo. La causa principal de esa cirujía era la costumbre de la deformación craneana que lograban los chamanes (curanderos-sacerdotes) "umajampiri" en quechua, o "yatiri" en aymara, colocando dos placas de madera en la frente y en la parte trasera del cráneo de los niños en lactancia.
Ese ritual, que también se encuentra en la antigua civilización mesoamericana de los "olmecas", tenía el fin tanto de aplicar una distincción social entre las clases dirigientes y los plebeyos, como también para fijar la clave de la belleza clásica. Dicha "dolicocefalia" artificial provocaba distorsiones en la presión sanguínea, las cuales se aliviaban con el método de la trepanación. En muchos museos se exponen cráneos precolombinos que han sufrido tales operaciones. En el territorio helénico, esa cirugía era conocida en Micenas antigua.
Detrás de esos dos templos que componen la fachada del Santuario de Tiwanaku, se encuentran las decenas de piezas del rompecabezas de una ciudad entera, disparcidos por las 600 ectáreas de la superficie trapezoide del sitio arqueológicom, el cual W. C. Bennet suponía que se había construído gradualmente con la contribución de miles de peregrinos.
En el período del nacimiento de Jesús Cristo, la Tiwanaku teocrática, la ciudad-estado de los 100.000 habitantes, era una de las mayores del mundo, si la comparásemos con aquellas de Europa y del Oriente Medio. Constituía un centro de peregrinaje religioso, de significado análogo con el de la Meca islámica, y reunía a fieles de todos los departamentos administrativos del país, o hasta de países vecinos. Del año 200 a.C., al 900 d.C., la metrópoli de Tiwanaku funda colonias por toda la extensión andina, llegando hasta los límites de las regiones tropicales de la Amazonía. Pero, no se ha aprobado todavía si este expansionismo se logró por medios militares, o con asimilación religiosa de las etnias anexionadas. Esas regiones se unieron con la metrópoli mediante un sistema federal político-religioso, correspondiente a las coaliciones de tipo occidental y moderno.
Las casas de esta ciudad se han destruido por completo. Algunos hallazgos en cerámica llevan dibujos de viviendas tanto a base de rectángulo, paredes de adobe y techo de dos aguas, como también a base circular, con techumbre cónica.
La influencia de Tiwanaku por toda la zona andina era principalmente religiosa. Los símbolos de la fe al Sol se encuentran sobre todo en las estelas monolíticas que decoraban el Santuario, y están en varios sitios: en el Templete Semisubterráneo, la "Q´alasasaya", y en otros lugares disparcidos. Aunque todos esos ídolos se parecen entre si, presentan enormes diferencias. La estela-monolito de Bennet-Pachamama, dedicada a la Madre Tierra, está lindamente decorada con soles coronados con sus mismos rayos, pumas, águilas, cóndores, motivos antropómorfos con alas, y esquemas geométricos de gradas. Al contrario, el ídolo del barbudo Qhonilla T´ijsi Wiraqhocha -el Soberano del Relámpago y del Trueno, quien surgió de las aguas sagradas del Titicaca, y creó la vida sobre la Tierra- se compone de líneas simples, casi naïf, y dispone de menos motivos, enfocados en las serpientes y los felinos. El monolito del "Fraile" -como equivocadamente lo denominaron los conquistadores españoles para utilizarlo como medio de evangelización, lleva un cinturón decorado con cangrejos, encaminándonos así hacia el pensamiento que Tiwanaku mantenía vínculos culturales con los pueblos de las costas sudamericanas del Pacífico.
Muchas de esas estelas monolíticas, como la Puerta del Sol ("Inti Punku"), se han trasladado después de cálculos equivocados de algunos arqueólogos. Esta puerta sagrada, dedicada al dios Sol, es uno de los monumentos más famosos de Tiwanaku. Su tamaño, que no es monumental, no nos impresiona tanto, como lo hacen los motivos en bajo relieve que están expuestos en su dintel. En la parte superior, la figura antropómorfa del Sol con las representaciones zoomorfas clasificadas en forma radial alrededor de su cabeza, está sobre un pedestal de gradas -el símbolo de la ciudad- y lleva en sus manos dos esceptros con cabezas de cóndor. En la parte inferior del dintel, los símbolos se repiten en tamaño menor, y expuerstos en línea horizontal. Los dos lados rectangulares, a la izquierda y a la derecha de la figura solar, están cubiertos con "Pakahaques" -Hombres con Cabeza de Aguila, que llevan esceptros con cabezas dobles del pez carachi, que vive en el Titicaca.
Todas las superficies relieves, estaban chapadas, o sea cubiertas de hoja de plata elaborada al martilleo. Así, la frotación de los granos de arena, trasladados por los fuertes vientos altiplánicos, no maltrataba la escultura en bajo relieve de los edificios. Además, de esa manera, los edificios plateados brillaban emitiendo una aureola extraterrestre, sobre el fondo "lapis lázuli" del cielo.
Se cree que la ubicación original de la Puerta del Sol estaba sobre la pirámide de gradas llamada "Akapana", donde había un hermoso edificio.
La "Akapana" está hoy cubierta de tierra, de modo que a lo lejos parece una colina natural. Hasta nuestros tiempos, sólo una pequeña parte de ella se ha excavado y nos permite distinguir sus enormes peldaños, gradas y niveles que posiblemente nos recordarán la pirámide-"mastaba" del sitio arqueológico de "Sáqqara", en Egipto.
Observando mejor la tierra que cubre el monumento, veo que está llena de pequeñas piedras azuleadas. Marco Antonio me explica que la decadencia de la cultura tiwanacota sigue constituyendo un misterio arqueológico. La probabilidad de una derrota bélica parece excluida, ya que los edificios no presentan daños. Según Arturo Poznanski, los cambios climatológicos alrededor del año 1250 d.C. conllevaron a la gente a la desnutrición y a las pestes. Es casi seguro que antes de abandonar este lugar, los tiwanacotas "enterraron" sus monumentos con tierra, la cual llevaron hasta aquí desde las montañas circumvecinas. ¿Querían, acaso, mantenerlos, para que algún día regresaran sus descendientes, o sus mismos "dioses"? ¿O era, quizás, esa última creación maravillosa, el vasto "osario" de su civilización?
Se aprueba arqueológicamente que los habitantes de la Ciudad Sagrada de Tiwanaku, tras dirigirse hacia el noroeste, con rumbo a "Ayacucho" del actual Perú, se establecieron en la región de "Huari", en donde los pueblos costeros del Pacífico se reunieron posteriormente para crear un gran imperio militar. La cultura de Huari apareció como un centro donde los pueblos de la vertiente pacífica adoptaron las artes tiwanacotas en una versión provincial.
EPILOGO:
Ya ha empezado a oscurecer. El frío es impresionante. Me siento escalofríos por el agotamiento físico, mientras que a la vez mi cara arde por el sol tajante de las alturas bolivianas. Lo único que deseo ahora, es regresar a La Paz, aunque sea en aquel camión decrépito de madera. Veo a Marco Antonio llegando con dos tazas de café latinoamericano y humeante, que se lo ha dado el guarda del sitio arqueológico. En este momento, lo considero como un regalo divino. En el bus, me envuelvo con tedio en la "chompa" de "alpaca", y me acuesto en el asiento trasero. Al lado de la luna de 24 días se distinguen los colores imperceptibles de un satélite. Mañana, a las 8:30 de la mañana, me espera un vuelo para Santiago de Chile. . . .
AYLLU:
El núcleo social más fundamental en los Andes centrales ha sido y sigue siendo desde tiempos muy remotos hasta en nuestra era, el "ayllu", que es el grupo de personas que disponen de una raíz común, y se organizan alrededor de un líder, llamado "jilakatha", quien no es otro que el miembro más anciano de la familia. El hijo primogénito no hereda el ayllu. Al contrario, tiene la obligación de crear otro.
Algunos estudiosos, como Bautista Saavedra, creen que ya desde antes del período incaico, (s. XIII d.C.), el Ayllu se sostuvo en unas bases raligiosas que unías los miembros de la comunidad. Esas familias tenían sus propias divinidades protectoras que pertenecían al Panteón común, o sea, algo semejante a los nombres que se atribuyen a la Virgen de los cristinanos. Inca Garcilaso de la Vega menciona que muchos pueblos indígenas del Altiplano andino creían que provenían de varios animales sagrados, como el cóndor, el puma, la serpiente, y otros, que les obsequiaba con su ferocidad, astucia, resistencia, agilidad y velocidad esos símbolos derivan de las representaciones totémicas de las regiones indígenas del Canadá. Con el paso del tiempo, se convirtieron en emblemas de las tribus.Desde la época de la conquista hispánica (s. XVI d.C.), los Ayllus aceptaron la religión cristiana, manteniendo a la vez los mitos, las tradiciones y las leyes orales de su sociedad. Hoy, los Ayllus se defienden detrás de su difícil acceso por los extranjeros, y son lugares de alta seguriadad. En estas pequeñas comunidades casi no existe criminalidad. Una de las leyes orales dicta que si un miembro de la comunidad roba, se tiene que ejecutar por la totalidad de los miembros del pueblo.
En regiones que sufren escasez de agua, los ayllus se agrupan formando "markas", término que significa "pueblo grande", "urbanización", y por excelencia "patria", con el fin de mantener intactas sus costumbres familiares y las tradicionesa dentro de cada Ayllu. Los aymaras denominan este sistema administrativo "Jatha", que significa: "semilla, germen, semen, familia y casta". Eso constituía en la antigüedad la molécula primordial para la evolución de las ciudades como Tiwanaku. Hasta hoy, los ayllus poseen las tierras cultivadas, por las cuales no pagan impuestos. Los habitantes de esos pueblos -por lo general- no se dejan contaminar por la civilización occidental.