Noche centroamericana
Πολιτιστική βραδυά της Κεντρικής Αμερικής του Ηλία Ταμπουράκη, ASCLAYE, 24 Απρ. 2004
Ay, Dios orasyón, amal orasyón. Tu chéen máan u leelem xuuxub. Le chichan j-aalilo´ paal te´ tu beel le k taata xan wa´alo´ laak´e´.
Por la señal, por la señal de la luz, por la señal de la santa luz de Guatemala, inicio este cuscún, con todos los signos del zodiaco en las yemas de los dedos.
Soy el menos español y el más español. El menos español por mi cepa indígena y el más español por mi lengua. El menos español por mi lascasismo y el más español por mi quijotismo.
Mi tierra cae soñando de las estrellas pero despierta en las que fueron montañas, hoy cerros pelados de Ilóm, donde el guarda canta con lloro de barranco, vuela de cabeza el gavilán, anda el zompopo, gime la espumuy y duerme con su petate, su sombra y su mujer el que debía trozar los párpados a los que hachan los árboles, quemar las pestañas a los que chamuscan el monte y enfriar el cuerpo a los que atajan el agua de los ríos que corriendo duerme y no ve nada pero atajada en las pozas abre los ojos y lo ve todo con mirada honda...
Y yo, el Gaspar Ilóm, dejo que a la tierra de Ilóm le roben el sueño de los ojos con las quemas que ponen la luna color de hormiga vieja.
Simple necesidad temporal de la palabra, esta oración, sí, pero también ejercicio para habituarnos a la andante caballería de los relojes sin horas, a estar fuera del tiempo, a vivir auroras y tinieblas de las que se sale con los ojos hambrientos por las cosas dulces de la tierrra, los otros sentidos prontos a catar, diría el Cid, el olor, los sabores, las presencias táctiles y los sonidos.
Con estas palabras de Miguel Ángel Asturias -el nobelista guatemalteco- y con esta oración en la lengua de los mayas, dirigida al dios sincretizado Maximón, comenzamos este texto sobre la cultura centroamericana.
¿Quién es Maximón? Dicen los indígenas K´ché Maya, que éste es San Simón. Otros creen que es la representación de Don Pedro de Alvarado, el conquistador de Guatemala. Y como me explicaron unos indios, dentro de su cuerpo guardan una estatua de un dios maya, resguardando de ese modo el corazón nativo bajo la piel ibérica de los mestizos, que habitan las alturas y los trópicos de ese país, cuyo nombre significa: Cerca de los Árboles.
"En muchas partes no se puede ver el cielo desde debajo de estas arboledas por ser tan altas y tan espesas y llenas de ramas y en muchas partes no se puede ni adar entre ellas; porque además de su espesura, hay otras tantas plantas y verduras tan tejidas y revueltas y de tantas espinas y bejucos y otras ramas mezcladas, que con mucho trabajo y a fuerza de puñales y hachas es menester abrir camino." Así describía el conquistador Oviedo aquella Costa que Colón llamó Rica por encontrar a los indígenas Tariaca desnudos y decorados con joyas de oro de diseños futuristas.
Es la Costa Rica de los ticos y del piropo, de las pulperías y de los chunches, del voseo, de los malcriados y de las otras vainas, de los vacilones y de las conversonas, de las fisgonas. (Dios libre!) y del chirotear al choteo, del chineo, del arroz con pollo, de los chanchos y del upe, del tamal y de la chayotera, del café y de los frescos, de las brujas y de las "bombas" que paran a la orquesta para estallar piropos y amores, burlas, deseos y admiraciones entre los maiceros, de la carreta sin bueyes y de la pereza, de los milagreros, de la guaria morada, del Premio Nobel de la Paz y de la cuita, que en el Siglo de Oro Cervantino significaba un estado de ánimo.
Es la Suiza centroamericana de la Mamita Yunai, de su literario y filósofo griego Constantino Láscaris y del punto guanacasteco -el baile por decreto tico- que fue compuesto en el siglo XIX en una celda de cárcel.
Viajemos, ahora, al país más extenso de Centroamérica, que ha sido escenario de dinámicos acontecimientos históricos en las últimas tres décadas.
Ha sido inolvidable asquel viaje a Nicaragua, el país de los lagos y los volcanes, las ciudades coloniales y la gente que por extraño sortilegio busca siempre la manera de crear de la nada y ofrecer una sensación acogedora que quizás pudiera compararse con la brisa tibia del Caribe. Son ésos los elementos que en manos de los indios misquitu, los conquistadores andaluces, los esclavos africanos y los piratas británicos han creado música, danza y canción. El baile de las Inditas es representativo de Nicaragua. Su contenido es eminentemente amoroso. Refleja el gentil y apremiante cortejo del español a la india nicaragüense; una invitación al amor, presentada en forma respetuosa aunque apasionada. Los personajes o protagonistas son seres socialmente desiguales, pertenecientes a razas y civilizaciones absolutamente diferentes. El varón es de mejor condición social, de raza blanca europea, conquistador de estas tierras y por ende, de categoría dominante. La mujer es humilde indígena americana, de las tierras conquistadas y dominadas.
Hay regiones culturales que resultan difíciles de clasificar geográficamente. Una de esas es México, cuyo territorio norteño pertenece climáticamente a norteamérica, y su región del Sur es culturalmente centroamericana.
La misma situación de encuentra en Panamá, cuyo canal divide el país en dos grandes zonas: la centroamericana y la sudamericana, que hasta 1903 pertenecían a la Gran Colombia.
De ahí provienen las influencias cumbiamberas de su danza nacional, el Tamborito, de origen africano, y de crítica satírica hacia los amos, de parte de los negros trabajadores en las minas. Posteriormente se introdujo en patios criollos.
En El Salvador, los mayas construyeron el reino más pequeño de su enigmática civilización, pero según los vestigios encontrados en este territorio, ha sido uno de los más poblados del mundo a lo largo de 3.500 años. En 1993, el Comité del Patrimonio Mundial de la Unesco ha inscrito en su lista el sitio arqueológico de Joya de Cerén, donde todo se halla en el estado en el que estaba al momento de la erupción volcánica que lo destruyó.
Pasemos, ahora, a otra escena, la de América Latina moderna, ya que civilización no significa solamente la creación clásica de los indígenas o de otros héroes, profetas, caballeros, santos, poetas, pintores únicos o traductores del idioma de las constelaciones al idioma del hombre.
Vamos a Honduras, pero no al sitio arqueológico de Copán, sino al país moderno, que vestido de colores luminosos -como candelillas- sigue la corriente, y basándose en los pasos tradicionales se menea a los ritmos populares y carnavalescos, y crea música y danzas que manda como representantes a los concursos panamericanos. La punta es el sonido moderno que llena de sol a sol todo Honduras. Este ritmo es extraído de las raíces Garífunas del Caribe, y es el resultado de una mezcla de merengue, calipso y ritmos afroantillanos, aunados a sensuales movimientos de las caderas y a pasos en las puntillas de los pies.
Ya llegó el momento para que este enjambre de seis estrellas entre dos océanos se sumerjan en el horizonte volcánico de playas blancas y selvas color verde quetzal, para seguir creando culturas bajo el manto humanitario de Rigoberta Menchú, basadas en el realismo mágico de su pasado histórico, y de su medio ambiente, que está fuera del alcance de la mano humana.
Por la señal, por la señal de la luz, por la señal de la santa luz de Guatemala, inicio este cuscún, con todos los signos del zodiaco en las yemas de los dedos.
Soy el menos español y el más español. El menos español por mi cepa indígena y el más español por mi lengua. El menos español por mi lascasismo y el más español por mi quijotismo.
Mi tierra cae soñando de las estrellas pero despierta en las que fueron montañas, hoy cerros pelados de Ilóm, donde el guarda canta con lloro de barranco, vuela de cabeza el gavilán, anda el zompopo, gime la espumuy y duerme con su petate, su sombra y su mujer el que debía trozar los párpados a los que hachan los árboles, quemar las pestañas a los que chamuscan el monte y enfriar el cuerpo a los que atajan el agua de los ríos que corriendo duerme y no ve nada pero atajada en las pozas abre los ojos y lo ve todo con mirada honda...
Y yo, el Gaspar Ilóm, dejo que a la tierra de Ilóm le roben el sueño de los ojos con las quemas que ponen la luna color de hormiga vieja.
Simple necesidad temporal de la palabra, esta oración, sí, pero también ejercicio para habituarnos a la andante caballería de los relojes sin horas, a estar fuera del tiempo, a vivir auroras y tinieblas de las que se sale con los ojos hambrientos por las cosas dulces de la tierrra, los otros sentidos prontos a catar, diría el Cid, el olor, los sabores, las presencias táctiles y los sonidos.
Con estas palabras de Miguel Ángel Asturias -el nobelista guatemalteco- y con esta oración en la lengua de los mayas, dirigida al dios sincretizado Maximón, comenzamos este texto sobre la cultura centroamericana.
¿Quién es Maximón? Dicen los indígenas K´ché Maya, que éste es San Simón. Otros creen que es la representación de Don Pedro de Alvarado, el conquistador de Guatemala. Y como me explicaron unos indios, dentro de su cuerpo guardan una estatua de un dios maya, resguardando de ese modo el corazón nativo bajo la piel ibérica de los mestizos, que habitan las alturas y los trópicos de ese país, cuyo nombre significa: Cerca de los Árboles.
"En muchas partes no se puede ver el cielo desde debajo de estas arboledas por ser tan altas y tan espesas y llenas de ramas y en muchas partes no se puede ni adar entre ellas; porque además de su espesura, hay otras tantas plantas y verduras tan tejidas y revueltas y de tantas espinas y bejucos y otras ramas mezcladas, que con mucho trabajo y a fuerza de puñales y hachas es menester abrir camino." Así describía el conquistador Oviedo aquella Costa que Colón llamó Rica por encontrar a los indígenas Tariaca desnudos y decorados con joyas de oro de diseños futuristas.
Es la Costa Rica de los ticos y del piropo, de las pulperías y de los chunches, del voseo, de los malcriados y de las otras vainas, de los vacilones y de las conversonas, de las fisgonas. (Dios libre!) y del chirotear al choteo, del chineo, del arroz con pollo, de los chanchos y del upe, del tamal y de la chayotera, del café y de los frescos, de las brujas y de las "bombas" que paran a la orquesta para estallar piropos y amores, burlas, deseos y admiraciones entre los maiceros, de la carreta sin bueyes y de la pereza, de los milagreros, de la guaria morada, del Premio Nobel de la Paz y de la cuita, que en el Siglo de Oro Cervantino significaba un estado de ánimo.
Es la Suiza centroamericana de la Mamita Yunai, de su literario y filósofo griego Constantino Láscaris y del punto guanacasteco -el baile por decreto tico- que fue compuesto en el siglo XIX en una celda de cárcel.
Viajemos, ahora, al país más extenso de Centroamérica, que ha sido escenario de dinámicos acontecimientos históricos en las últimas tres décadas.
Ha sido inolvidable asquel viaje a Nicaragua, el país de los lagos y los volcanes, las ciudades coloniales y la gente que por extraño sortilegio busca siempre la manera de crear de la nada y ofrecer una sensación acogedora que quizás pudiera compararse con la brisa tibia del Caribe. Son ésos los elementos que en manos de los indios misquitu, los conquistadores andaluces, los esclavos africanos y los piratas británicos han creado música, danza y canción. El baile de las Inditas es representativo de Nicaragua. Su contenido es eminentemente amoroso. Refleja el gentil y apremiante cortejo del español a la india nicaragüense; una invitación al amor, presentada en forma respetuosa aunque apasionada. Los personajes o protagonistas son seres socialmente desiguales, pertenecientes a razas y civilizaciones absolutamente diferentes. El varón es de mejor condición social, de raza blanca europea, conquistador de estas tierras y por ende, de categoría dominante. La mujer es humilde indígena americana, de las tierras conquistadas y dominadas.
Hay regiones culturales que resultan difíciles de clasificar geográficamente. Una de esas es México, cuyo territorio norteño pertenece climáticamente a norteamérica, y su región del Sur es culturalmente centroamericana.
La misma situación de encuentra en Panamá, cuyo canal divide el país en dos grandes zonas: la centroamericana y la sudamericana, que hasta 1903 pertenecían a la Gran Colombia.
De ahí provienen las influencias cumbiamberas de su danza nacional, el Tamborito, de origen africano, y de crítica satírica hacia los amos, de parte de los negros trabajadores en las minas. Posteriormente se introdujo en patios criollos.
En El Salvador, los mayas construyeron el reino más pequeño de su enigmática civilización, pero según los vestigios encontrados en este territorio, ha sido uno de los más poblados del mundo a lo largo de 3.500 años. En 1993, el Comité del Patrimonio Mundial de la Unesco ha inscrito en su lista el sitio arqueológico de Joya de Cerén, donde todo se halla en el estado en el que estaba al momento de la erupción volcánica que lo destruyó.
Pasemos, ahora, a otra escena, la de América Latina moderna, ya que civilización no significa solamente la creación clásica de los indígenas o de otros héroes, profetas, caballeros, santos, poetas, pintores únicos o traductores del idioma de las constelaciones al idioma del hombre.
Vamos a Honduras, pero no al sitio arqueológico de Copán, sino al país moderno, que vestido de colores luminosos -como candelillas- sigue la corriente, y basándose en los pasos tradicionales se menea a los ritmos populares y carnavalescos, y crea música y danzas que manda como representantes a los concursos panamericanos. La punta es el sonido moderno que llena de sol a sol todo Honduras. Este ritmo es extraído de las raíces Garífunas del Caribe, y es el resultado de una mezcla de merengue, calipso y ritmos afroantillanos, aunados a sensuales movimientos de las caderas y a pasos en las puntillas de los pies.
Ya llegó el momento para que este enjambre de seis estrellas entre dos océanos se sumerjan en el horizonte volcánico de playas blancas y selvas color verde quetzal, para seguir creando culturas bajo el manto humanitario de Rigoberta Menchú, basadas en el realismo mágico de su pasado histórico, y de su medio ambiente, que está fuera del alcance de la mano humana.