Saudade
Una lucubración en un mar de penas que agota su crescento en el ensueño.
Saudade, morriña o pena, en el sentido homérico de la nostalgia, del regreso, pero también del amor irrespondido -como diría Yannis Ritsos- del amor estudiantil y pasajero en Coimbra, y del amor de los navegantes portugueses por su tierra y por el mar "salgado (que) quanto do seu sal são lágrimas de Portugal!"
Lágrimas de Fernando Pessoa y de cada "quem quer passar além do Bojador* tem que passar além da dor."
El destino dramático del hombre -el "fado", como solamente los portugueses lo saben cantar en sus "casas de sofrer" al lado del "Tejo", resuena de noche en el corazón de la "negra" esclava, desarraigada de las plantaciones del Cabo Verde. Es este mismo sabor trágico de la vida, que aquí cambia de nombre y se llama "morna".
Por una vez más, las notas van a revolotear sobre el océano, y se volverán azules, y se harán "blues" los Blues de Louisiana, de la patria morena del "spiritual" y del jazz.
El dolor viste a las personas de negro, quizás porque se dirige hacia los "negros", los morenos, los gitanos con la explosiva exuberancia del flamenco, y la tristalegría del "fandango" 'que también significa "destino". El destino errante por tierras de soledad de un sueño desmitificado ". . . de la procesión de Corpus Señor, que paseo mi cadáver de amor iluminado como espantapájaros siniestro. Es cuando la gente, sin asombro me ha mirado, y ninguno el sombrero se ha quitado para rezarme un triste Padrenuestro. . .".
Es el extravagante lirismo mediterráneo que esparce sus hojas plateadas por los pantalones de los "mariachis" de "Garibaldi", en México, hasta en "La Boca" de Buenos Aires, y se disfraza en sollozo de tango, que habla de vicios porteños.
Pero es también el ensueño de las culturas perdidas que reza la zampoña con el viento andino como única compañía en el Alto Perú.
Más allá, en Colombia, los "negros" arrastran los dolores férreos de sus cadenas al ritmo del "vallenato", mientras que en Cuba, los "guajiros" están ". . . sudando por un dinero que en la mano no se ve. . . ".
El ansia amarga de las pasiones nace de la guitarra portuguesa de Amália Rodrigues, y viaja con la voz de Cesaria Évora en Cabo Verde de África occidental, pero la mantienen en la vida los saxofones de Louisiana y los llantos lentilargos de los andaluces y los "blues del desierto".
Respira con las flautas incas en los Andes, y sigue sobreviviendo como mendigo ciego que toca el "bandoneón" en la medialuz de un rincón pecador del Río de La Plata.
(*Bojador: Cabo de África del Noroeste, el punto "Non plus ultra" de los marineros medievales.)
Saudade, morriña o pena, en el sentido homérico de la nostalgia, del regreso, pero también del amor irrespondido -como diría Yannis Ritsos- del amor estudiantil y pasajero en Coimbra, y del amor de los navegantes portugueses por su tierra y por el mar "salgado (que) quanto do seu sal são lágrimas de Portugal!"
Lágrimas de Fernando Pessoa y de cada "quem quer passar além do Bojador* tem que passar além da dor."
El destino dramático del hombre -el "fado", como solamente los portugueses lo saben cantar en sus "casas de sofrer" al lado del "Tejo", resuena de noche en el corazón de la "negra" esclava, desarraigada de las plantaciones del Cabo Verde. Es este mismo sabor trágico de la vida, que aquí cambia de nombre y se llama "morna".
Por una vez más, las notas van a revolotear sobre el océano, y se volverán azules, y se harán "blues" los Blues de Louisiana, de la patria morena del "spiritual" y del jazz.
El dolor viste a las personas de negro, quizás porque se dirige hacia los "negros", los morenos, los gitanos con la explosiva exuberancia del flamenco, y la tristalegría del "fandango" 'que también significa "destino". El destino errante por tierras de soledad de un sueño desmitificado ". . . de la procesión de Corpus Señor, que paseo mi cadáver de amor iluminado como espantapájaros siniestro. Es cuando la gente, sin asombro me ha mirado, y ninguno el sombrero se ha quitado para rezarme un triste Padrenuestro. . .".
Es el extravagante lirismo mediterráneo que esparce sus hojas plateadas por los pantalones de los "mariachis" de "Garibaldi", en México, hasta en "La Boca" de Buenos Aires, y se disfraza en sollozo de tango, que habla de vicios porteños.
Pero es también el ensueño de las culturas perdidas que reza la zampoña con el viento andino como única compañía en el Alto Perú.
Más allá, en Colombia, los "negros" arrastran los dolores férreos de sus cadenas al ritmo del "vallenato", mientras que en Cuba, los "guajiros" están ". . . sudando por un dinero que en la mano no se ve. . . ".
El ansia amarga de las pasiones nace de la guitarra portuguesa de Amália Rodrigues, y viaja con la voz de Cesaria Évora en Cabo Verde de África occidental, pero la mantienen en la vida los saxofones de Louisiana y los llantos lentilargos de los andaluces y los "blues del desierto".
Respira con las flautas incas en los Andes, y sigue sobreviviendo como mendigo ciego que toca el "bandoneón" en la medialuz de un rincón pecador del Río de La Plata.
(*Bojador: Cabo de África del Noroeste, el punto "Non plus ultra" de los marineros medievales.)