Versos flamencos
Decirte quiero
con la voz velada
y besar unos labios dulcemente
no es tener sed.
Es encontrar la fuente
que nos brinda la boca enamorada.
Un beso así,
no quiere decir nada.
Es ceniza de amor,
no lava hirviente.
En amor hay que estar siempre presente:
mañana, tarde, noche y madrugada.
Que el cariño es más potro que cordero,
más espina que flor,
sol, no lucero,
perro en el corazón,
candela viva.
Olé!
Pero lo nuestro no es así.
¿Pa´ qué engañarnos?
Lo nuestro es navegar
sin encontrarnos.
A la deriva, amor, a la deriva...
(Tientos de la Rosa, Manolo Caracol, 50 años de flamenco)
No lo sabe mi brazo,
ni mi pierna,
ni el nido de mi voz,
ni mi cintiura,
ni lo sabe la luna
que está interna en mi jardín
de amor y calentura.
Y yo estoy muerto,
sí,
como una tierna rosa,
o una gacela en la llanura,
como un agua redonda en la cisterna,
o un perro de amarilla dentadura.
Y hoy que es Corpus Señor,
he pasado mi cadáver de amor iluminado
como un espantapájaros siniestro.
La gente
sin asombro me ha mirado
y ninguno el sombrero se ha quitado
para rezarme un triste Padre Nuestro.
con la voz velada
y besar unos labios dulcemente
no es tener sed.
Es encontrar la fuente
que nos brinda la boca enamorada.
Un beso así,
no quiere decir nada.
Es ceniza de amor,
no lava hirviente.
En amor hay que estar siempre presente:
mañana, tarde, noche y madrugada.
Que el cariño es más potro que cordero,
más espina que flor,
sol, no lucero,
perro en el corazón,
candela viva.
Olé!
Pero lo nuestro no es así.
¿Pa´ qué engañarnos?
Lo nuestro es navegar
sin encontrarnos.
A la deriva, amor, a la deriva...
(Tientos de la Rosa, Manolo Caracol, 50 años de flamenco)
No lo sabe mi brazo,
ni mi pierna,
ni el nido de mi voz,
ni mi cintiura,
ni lo sabe la luna
que está interna en mi jardín
de amor y calentura.
Y yo estoy muerto,
sí,
como una tierna rosa,
o una gacela en la llanura,
como un agua redonda en la cisterna,
o un perro de amarilla dentadura.
Y hoy que es Corpus Señor,
he pasado mi cadáver de amor iluminado
como un espantapájaros siniestro.
La gente
sin asombro me ha mirado
y ninguno el sombrero se ha quitado
para rezarme un triste Padre Nuestro.